THE OBJECTIVE
Pilar Cernuda

Terminator Pedro Sánchez

«Con sus decisiones últimas, Sánchez pone en riesgo el prestigio de un CNI que había conseguido situarse entre los mejores servicios de inteligencia»

Opinión
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Terminator Pedro Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

Se ha cargado el prestigio del CNI, se ha cargado el prestigio de la presidenta del Congreso a la que obligó a una maniobra de dudosa legalidad para contentar a sus socios de Gobierno, está haciendo todo lo que puede para cargarse a la ministra de Defensa, aunque Robles aguanta porque tiene principios y no apostata de ellos, se ha cargado la imagen de hombre eficaz que tenía el ministro Bolaños, se ha cargado el poco prestigio que le quedaba a España en el plano internacional después de maniobras que envenenaron las relaciones con países fundamentales para los intereses de España y, lo menos importante, se ha desprestigiado a sí mismo, pero le importa un bledo: solo le interesa continuar en el machito. Pedro Sánchez es un terminator en estado puro.

Los teléfonos ya no se pinchan como antes, de forma pedestre, sino que existen programas muy sofisticados, imposibles de rastrear. Como el famoso Pegasus, creado por una empresa israelí, que supuestamente solo vende a gobiernos. Supuestamente. No es el único sistema invasor, hay otros que obligan a tomarse muy en serio la utilización de un móvil. Porque estos sistemas actuales no escuchan conversaciones, o no solamente, sino que se «apoderan» del teléfono, hurgan en todo lo que ha registrado, y conocen así no solo las conversaciones sino documentos, videos, fotografías, mensajes, qué interesa a su propietario, qué ambientes frecuenta, qué tipo de vida llevan.

Estas explicaciones vienen a cuento porque conviene saber lo sucedido con la intervención de los teléfonos del presidente y la ministra de Defensa, y es posible que de más miembros del Gobierno. Para detectar si un teléfono está «pegaseado» es necesario que un especialista tenga en su mano el aparato supuestamente hackeado y utilice los soportes técnicos que demuestren si ha sido intervenido o está «limpio». Es la razón de que personalidades que quieren moverse sobre seguro entreguen periódicamente sus móviles para ser examinados por las personas adecuadas. Lo hacían miembros del anterior Gobierno, pero los actuales no lo consideraron necesario, a pesar de que hace un año sucedió lo que sucedió y los ministros recibieron instrucciones de sus respectivos departamentos de seguridad. Ni caso. De esos polvos llegan ahora lodos que están haciendo un peligroso daño reputacional a España, agravado por un Gobierno al que le importa poco ese daño, sino buscar chivo expiatorio al que culpar de su ineficacia y su falta de compromiso con el trabajo prioritario de un gobernante: servir a su país.

Primer chivo, la directora del CNI, a la que solo defiende Margarita Robles, que sabe qué es el CNI, lo mucho que le debemos los españoles, y el trabajo que realiza Paz Esteban. Segundo chivo, Alberto Núñez Feijóo, contra el que ha arremetido Félix Bolaños haciendo aún más ridículo que cuando acudió a Barcelona para entrevistarse con una consejera de segundo nivel que le exigía explicaciones que el ministro no podía dar y encima lo trató como a un delincuente, diciéndole que dejara fuera su móvil por si acaso. Gesto con el que quería demostrar que no se fiaba de él. Bolaños, en lugar de marcharse, allí se quedó, aguantando el trato humillante. Luego le vimos en otra escena que provocó estupor, cuando informó de la intervención de los teléfonos de Sánchez y Robles hace un año. Un año. ¿Es que a nadie del Gobierno, con tantos asesores, consejeros y responsables de seguridad en los ministerios, se le ocurrió que había que tomarse en serio el asunto?

La sucesión de despropósitos avergüenzan a cualquiera, sobre todo porque el responsable de esos despropósitos es nada menos que el presidente de Gobierno. Sánchez ha metido en el Gobierno a un partido al que le importa un pito España, y ha elegido como socios a un partido que desciende de una banda terrorista que estuvo a punto de quebrar España, y a unos independentistas que viven del erario español y así pretenden seguir viviendo. Los peores compañeros que puede elegir un gobernante. Pero además, para impedir que echen para atrás sus iniciativas parlamentarias, acepta lo inaceptable, meterlos en la comisión de secretos oficiales. Con sus decisiones últimas pone en riesgo el prestigio de un CNI que había conseguido situarse entre los mejores servicios de inteligencia y que ahora puede encontrarse con que llega con menos fluidez información de máxima relevancia que compartía con otras agencias internacionales.

Tiene suerte Sánchez de que, más allá de sus socios, hay partidos parlamentarios con sentido de Estado que, en los momentos de máxima gravedad, le echan una mano a pesar de las descalificaciones que reciben por parte del Gobierno. Pero todo tiene un límite. Y estos días el presidente los ha rebasado hasta extremos insoportables.

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