THE OBJECTIVE
Luis Antonio de Villena

El uso político de las religiones

«Nuestra derecha sigue oyendo empavorecida aquella descontextualizada frase de Azaña: ‘España ha dejado de ser católica’»

Opinión
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El uso político de las religiones

Una manifestación en Boston a favor de la libertad de decidir sobre el aborto. | James Bartlett (Europa Press)

¿Es la religión un instrumento de la política? Sin duda sí, y desde muy antiguo. Alguno dirá que hasta algo se avanzó si consideramos que, antaño, la política era un instrumento de la religión… En las teocracias (el Irán actual) los sacerdotes, el clero, mandan; pero en las democracias -nunca perfectas- la religión tiene a menudo, sobre todo en temas morales, un peso enorme. Aunque, al menos desde la Revolución Francesa se trató de entender que una cosa es la religión, creencia libre de los individuos, y otra la política laica o aconfesional (laica mejor) que tiene que trabajar y legislar para todos, cristianos, musulmanes, agnósticos o ateos… ¿O el actual retroceso de la Historia llevará pronto a los descreídos a la hoguera, acaso electrónica? Lo vemos estos días en EEUU -país que admiro muy poco, escasamente ejemplar y menos con lo hispánico- en las manifestaciones proabortistas, que están dividiendo frontalmente a la nación. El aborto se legislará en cada estado y no será competencia federal. El paletismo es también muy made in USA. Y es curioso que el fuerte puritanismo luterano, que está en el germen de esa nación, nunca tenga nada que decir de armas, crímenes, balaceras, intromisión en otros países, guerras crueles e inútiles, torturas. No, los puritanos de Nueva Inglaterra en tales graves casos callan, pero aborto, eutanasia u homosexualidad y truenan abriendo las puertas de una gehena en la que muchos no creemos nada. Con lo fácil que es, dentro de un cuadro legal cívico y no religioso, dejar que los individuos (las mujeres en este caso) obren según conciencia. Mejor sacar a Dios como bandera conservadora. ¿Dios es conservador?

En España sabemos bastante de esto, aunque como se ve no somos únicos. El Imperio Hispánico se agotó y desangró por la Iglesia Católica que pocas veces nos lo ha agradecido sino con vagas titulaciones. Juan Pablo II fue muy proespañol, sin duda porque comprendió el sacrificio de la católica España, pero el huero papa Francisco se jacta de ignorar la inmensa deuda. Problema fuerte de nuestra derecha (que precisa de superación) es no llevar el dogma católico en su programa electoral. Dios -un Dios grande y misericordioso- no puede ser el presidente de una formación política. La religión (toda religión) debe ser respetada y libre, pero mi opción religiosa no puede condicionar -tampoco en musulmán- la opción moral de una nación plural, porque la libertad sólo existe en el pluralismo. Uno de nuestros males cercanos fue (para algunos es aún) el nacionalcatolicismo. Es decir, el dogma católico como programa político. Dionisio Ridruejo, escritor y falangista de la primera hora, antes de volverse opositor demócrata, echó en cara a Franco (1942) que no era fascista. Y, en efecto, empleando los términos con propiedad y fuera del vago insulto actual, Franco no fue fascista, pues ladeó cuanto pudo, y pudo mucho, a Falange Española. Franco era un militarote cruel, más católico que una beata. Por ello, al final, muy viejo, temblaba ante la idea de ser excomulgado por Pablo VI. Mussolini (puro fascista) no era católico. Y grandes liberales han sido creyentes. Nuestra derecha sigue oyendo empavorecida aquella descontextualizada frase de Azaña: «España ha dejado de ser católica». Sólo quería decir que el catolicismo no era la religión oficial, porque ya no habría religión oficial, ninguna, creer o no era (es) un acto de pura conciencia libre. Permítaseme un ejemplo personal, mis abuelos maternos fueron plenamente de derechas, sin fisuras -un hijo suyo fue fusilado por los comunistas- y, cosa que siempre me sorprendió, no eran católicos. Mi abuela solía decir (si el asunto surgía) creo en Dios, pero no en los curas. De derechas y no católica. 

En todas partes -también entre musulmanes y judíos- hace falta sacar a Dios de la lid política. Plena libertad de cultos y plena libertad de conciencia. Aborto, eutanasia o bodas de sexo igual deben ser libres, quien quiera usa el derecho, quien no quiera no, y se respeta todo con o sin simpatía. Las terribles guerras de religión que asolaron Europa y que fueron la más cruel sangría de España, eran guerras políticas, no sólo protestantes contra católicos sino el Imperio Inglés contra el Imperio Español. La leyenda negra (que hasta nos creímos) sólo era propaganda política. No pongan a Dios entre insultos o ametralladoras. 

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