THE OBJECTIVE
Anna Grau

La verdadera reforma pendiente del Estatut: no hay lenguas propias, sólo oficiales

«Para mí el TC se quedó corto, muy corto, cuando dejó pasar el punto 1 del artículo 6 del Estatut, que pide a gritos, pero a gritos, una mano de pintura»

Opinión
3 comentarios

Me hace gracia el revuelo causado por el anuncio de Inés Arrimadas de que Ciudadanos va a plantear la reforma de la Constitución para revisar si sigue siendo lícito, pertinente y representativo hablar de «nacionalidades y regiones» a estas alturas. A estas alturas en que ya ha quedado claro que el consenso es cosa de todos o no es. Lo que Suárez y Tarradellas primero, y todos los ponentes de la Carta Magna después, pactaron como una fórmula de reconocimiento a ciertas particularidades históricas, con ánimo de facilitar un proyecto de avance democrático, progreso moral y social y apuesta por la convivencia, se ha convertido en lo que se ha convertido. En el pim pam pum de la mala leche y hasta demencia política.

Tú puedes hacer las paces con tu hermano que te acaba de estrellar el scalextric en la cabeza para tener la fiesta en paz y porque te lo pide tu madre. Pero entonces tu madre tiene que saber lo que te está pidiendo. No puede dejar que te vaya chorreando sangre de las orejas mientras le compra un scalextric nuevo a tu hermano el bestia para «apaciguarle». Ya vale de hacerse el longuis con tanta cobardía y asimetría, ya vale de fingir que no vemos un montón de injusticias y de desprecios. ¿No hay tanta gente que dice que los pactos del 78 ya no le valen, que la Transición le sabe a poco, que hay que volver a cambiarlo todo? Vale, pues les tomamos la palabra. Somos muchos también los que no estamos conformes con algunas cosas que más o menos hemos venido aguantando, pero, visto lo visto, a lo mejor ya no tenemos por qué aguantarlas más. No en silencio, por lo menos.

Por ejemplo, la dichosa reforma del Estatut de Cataluña del 2006. ¿Se acuerdan de la que se montó, editorial única de toda la prensa catalana incluida, para oponerse a que el Tribunal Constitucional anulara algunos artículos claramente anticonstitucionales  de la reforma? Bien. Pues, ya que estamos en confianza, déjenme abrirles mi corazón. Déjenme decirles lo que de verdad pienso: para mí el TC se quedó corto, muy corto, cuando dejó pasar el punto 1 del artículo 6 del Estatut, que pide a gritos, pero a gritos, una mano de pintura. Si es que de verdad nos creemos que esto es un país serio.

Y dice ese punto 1 del artículo 6 del Estatut de Cataluña:

«La lengua propia de Cataluña es el catalán. Como tal, el catalán es la lengua de uso normal y preferente de las administraciones públicas y de los medios de comunicación públicos de Cataluña, y es también la lengua normalmente empleada como  vehicular y de aprendizaje en la enseñanza».

Parece una redacción la mar de inocente y como que no dice nada de otro mundo, ¿verdad? Error. Es un gol por toda la escuadra comparable al de las «nacionalidades y regiones». Es la clave de bóveda de la que pende toda la monstruosidad de la inmersión, del monolingüismo catalán forzoso en las escuelas y no sólo en las escuelas. Es una desvirtuación tan colosal de los pactos constitucionales, y hasta de la misma ley catalana de Normalización Lingüística de 1983, que en el mismo artículo del mismo Estatut se intentan cubrir las espaldas, o las vergüenzas, con el siguiente punto 2:

«El catalán es la lengua oficial de Cataluña. También lo es el castellano, que es la lengua oficial del Estado español. Todas las personas tienen el derecho a utilizar las dos lenguas oficiales y los ciudadanos de Cataluña tienen el derecho y el deber de conocerlas. Los poderes públicos de Cataluña deben establecer las medidas necesarias para facilitar el ejercicio de estos derechos y el cumplimiento de este deber. De acuerdo con lo que dispone el artículo 32, no puede haber discriminación por el uso de ninguna de las dos lenguas».

 ¿Se puede ser más falso, más hipócrita, más mentiroso? Si ambas lenguas son oficiales, si todo el mundo las puede usar, si no cabe discriminación ninguna entre ellas, ¿a qué venía y viene proclamar el catalán y sólo el catalán «lengua propia» de Cataluña, por qué establecer su uso preferente en la Administración, en la escuela y en todo lo demás donde el poder político catalán deje su huella? No se engañen: desde el primer momento en que se les dejó decir esto, se abrió la puerta al arrinconamiento del español en Cataluña (paradójicamente, la lengua materna de la mayoría de sus habitantes…) y a una guerra sin cuartel para lograr, en la práctica, que el catalán no sea una de las lenguas oficiales de Cataluña, sino la «supraoficial» sobre todas las demás, como con certera expresión la califica un reciente informe de Impulso Ciudadano.

 Este informe pretende dar cumplida respuesta no ya a los patéticos afanes de la Generalitat republicana, apoyada por socialistas y podemitas catalanes, de sacarse de la manga una ley fantasma para rehuir el cumplimiento de una sentencia judicial, la que exige un mínimo de un 25 por ciento de español en las aulas. Pretende responder a algo más. Igual que la Proposición de Ley de Ciutadans recién registrada en el Parlamento catalán, y que en la desacomplejada línea anunciada por Inés Arrimadas, ya no se conforma con jugar al contragolpe de una ilegalidad más. Ya lo que queremos es ir al fondo de la cuestión, al origen de todas las ilegalidades y deslealtades, y ponerles remedio. No queremos taponar una herida sino curar el cáncer. Acabar de una vez por todas con todas las «jugadas maestras», por no decir sucias, que al amparo de una cutrepogresía cínica y de una derecha culturalmente irresponsable han permitido y permiten que haya territorios de primera y de segunda. Lenguas de primera y de segunda. Ciudadanos españoles menos libres y menos iguales que otros.

 Es así de simple: el descaro con que se pretende que las leyes y los tribunales españoles no rigen en Cataluña, que el 25 por ciento en las aulas no se va a cumplir, es la gota que ha colmado el vaso. De la paciencia de muchos. Ya no nos conformamos con dejarlo todo cómo estaba: queremos que al fin quede cómo debería estar, cómo debió estar desde el principio. Empezando, pues sí señor, por el artículo 2 de la Constitución y por el artículo 6 del Estatut. Que aquí todos somos lo mismo o no somos nadie. Que Cataluña tiene tantas lenguas propias como oficiales o no tiene ninguna. Todo lo demás es ruido. Y fascismo en embrión.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D