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Álvaro del Castaño

Laberinto de pasiones

«Alguien que con sus manos es capaz de crear este santuario laberíntico vital, tiene algo de divino ¡España, te urge descubrir a Cristina!»

Opinión
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Laberinto de pasiones

El rector de la UCM coloca el birrete de Doctora Honoris Causa de la UCM a la escultora Cristina Iglesias. | Alejandro Martínez Vélez (Europa Press)

España es una enorme cantera de talento individual, y en algunos casos, de genio colectivo. En el mundo de los deportes, la música, y el cine tenemos ejemplos obvios. Rafael Nadal, Alejandro Sanz, Penélope Cruz, son nombres con reconocimiento inmediato y que reciben gran atención mediática. Pero hay sectores en los que nuestras estrellas internacionales no brillan tanto como debieran, quizá porque los medios se ocupan mucho de lo obvio o de lo mediocre, o porque estas personas no están adscritas a ningún colectivo político que subvenciona el entramado cultural, o simplemente porque están por encima del bien y del mal.

Tenemos en España una estrella que brilla más allá de nuestras fronteras, que es recibida como una luz que ilumina su profesión de escultora, y de la que la mayoría de los españoles no conoce mucho más que su nombre: Cristina Iglesias.

Podríamos decir que Cristina es en la actualidad la artista más importante e internacional de España y una de las más relevantes del panorama artístico global. Nuestra escultora más universal está además en la cúspide de su carrera, y envuelta en una extraordinaria espiral creativa. El año pasado fue profeta en su tierra con la espectacular instalación dentro de las entrañas del faro de Hondalea en la Isla de Santa Clara de San Sebastián. Allí yace un colosal vaso de magma de bronce de 15 toneladas que se retuerce en su agonía tortuosa y que recrea el fondo marino, el abismo abisal, y desde donde surgen unas aguas que parecen originarse del mismo mar. Toda una experiencia artística, sensorial y creativa, que terminará definiendo artísticamente a San Sebastián, como el Guggenheim define a Bilbao, o el Prado a Madrid.

Hoy quiero hablar de ella porque es actualidad: este mes de junio ha inaugurado su exposición en la galería Gagosian (para muchos la número uno del mundo; es como pilotar para Ferrari o jugar en el Real Madrid) de Londres. Increíblemente, a la hora de escribir este artículo no he encontrado aun una sola reseña sobre esta efeméride en los medios españoles.

Pero de lo que de verdad les quería hablar es de lo que me ha hecho sentir la sublime instalación que, en paralelo a su exposición en la Gagosian, ha creado en el patio de la Royal Academy of Arts de Londres, y en la que tuve la suerte de adentrarme el mismo día de la inauguración. Podríamos describir esta obra como una escultura sensorial circular inmensa, un gran agujero negro que atrapa los sentidos y que alberga en su interior las entrañas de un laberinto de pasiones, sensaciones y emociones. El Laberinto Mojado (Wet Laberynth with Spontaneous Landscape) yace en el patio central yermo y pétreo de la centenaria Real Academia, donde se erige como un gran corazón de pizarra rodeada de una frondosa vegetación tropical (que es parte del conjunto de la obra), y en cuyo interior se halla un ser vivo de bronce y líquido, un corazón palpitante o quizás la vida misma. Al cruzar su umbral se entra en otra dimensión corpórea, donde los muros laberínticos de naturaleza muerta férrea recrean las venas de un organismo que filtra las gotas de agua que transcurren por sus miles de vericuetos, cuales torrentes sanguíneos. El golpeo de cada gota contra las aristas de la vegetación férrea es una armonía musical que reproduce el tictac del paso del tiempo. Dentro, los juegos de espejos confunden nuestra mirada y cortocircuitan nuestros sentidos. Las diminutas ventanas al jardín circular que lo rodea parecen una escapatoria de la consciencia del alma donde fe, alegría y miedo conviven de manera torrencial. El verde vida del jardín que se percibe es la fotosíntesis de nuestras esperanzas. En su seno, estamos en el vientre materno, escuchamos el exterior de manera sorda, escondidos en este útero creativo que nos nutre del líquido amniótico esencial para la vida. Sentimos el silencio bombeando su carga de potencia sonora. Solo nos falta escuchar la suave voz materna de la matriz que nos cobija en sus entrañas. La poesía que encierra el Laberinto es la poesía del estado de ánimo por el que se penetra en su interior, es la del proceso de transformación vital que se vive en su interior y la del ánimo nuevo con el que se emerge. Es una experiencia transcendental, vital, casi alucinógena, en la que nuestra mente abandona nuestro cuerpo temporalmente, para observarnos con quietud desde la lejanía. Cristina ha logrado recrear la vida, la muerte, los sentidos, la esperanza, el vientre materno, la naturaleza y el origen de la vida en una estructura artística.

Alguien que con sus manos es capaz de crear este santuario laberíntico vital, tiene algo de divino ¡España, te urge descubrir a Cristina!

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