THE OBJECTIVE
Enrique García-Máiquez

Pedro Sánchez en concierto. Tour 22/23

«Sánchez se echa a las calles porque confía ciegamente —el amor es ciego, especialmente el propio— en sus poderes encantatorios en las distancias cortas»

Opinión
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Pedro Sánchez en concierto. Tour 22/23

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

Uno puede ser crítico con un político por motivos ideológicos, como es mi caso con Pedro Sánchez. Razón de más para estar muy atento a reconocerle meticulosamente sus virtudes. Sánchez hace gala de un valor espeluznante, que, en estos tiempos de apocados y calculadores, merece una reverencia. ¿No se lanzó a unas primarias en contra de todo el aparato del todopoderoso PSOE? Lo derrotó.

Crecido por su resiliencia, ahora quiere hacer lo mismo, pero con las encuestas de opinión, que se le has puesto cuesta arriba. El arrojo es clónico; pero las circunstancias, no. Partía entonces con una empatía del afiliado de base, hastiado de los mandos del partido. Ahora se echa a una calle que echa pestes de un Gobierno que es el suyo y que está a un tris de echarse a la calle en un otoño que se avecina —cambio climático— caliente. No hay más que ver cuánto se le abuchea en cada fugaz aparición pública. Pero antes de hacer un pronóstico de la eficacia electoral del tour, que ya hizo este lunes aquí César Calderón brillantemente, quisiera señalar lo que ese propósito implica, que tiene tela que cortar.

«Las encuestas han vampirizado el papel de las actas del Congreso y de las crónicas parlamentarias»

Demuestra hasta qué punto la política se ha electoralizado. El Parlamento ha dejado de ser el centro del debate. Los mítines y las performances fueron un peaje que el candidato tenía que pagar cada cuatro años para renovar su puesto. Hoy las encuestas han vampirizado el papel de las actas del Congreso y de las crónicas parlamentarias. Sánchez que tiene sus tiempos libres de intervención en el Congreso, necesita, obsérvese, mucho más y muy distinto.

El mismo mal aqueja al Ejecutivo. Con los reales decretos en su mano (y vaya si los ha usado Sánchez como le ha dado la gana) parece mentira que se sienta compelido a echarse a la carretera de mitin en mitin. Algún clásico de pueblo le puede recordar que «Obras son amores/ y no buenas razones», que es un refrán que encaja como un guante cuando el ministerio de Fomento (entre otros veintitantos) depende de ti. Todavía tendría un pase tanto paseo en el líder político de la oposición, que no puede dejar que hablen por él sus actos de gobierno. A Sánchez se le puede espetar aquello de Álvar Fáñez Minaya: «Lengua sin manos, ¿cómo osas hablar?».

«La gira Sánchez todavía evidencia otro fracaso. El del Cuarto Poder. Con tanta prensa afín, amén de las televisiones, ¿a qué responde esa necesidad de Sánchez de ir de la Ceca a la Meca, distrayéndose de su trabajo de gobierno?»

La gira Sánchez todavía evidencia otro fracaso. El del Cuarto Poder. Con tanta prensa afín, amén de las televisiones, ¿a qué responde esa necesidad de Sánchez de ir de la Ceca a la Meca, distrayéndose de su trabajo de gobierno? Está fallando la correa de transmisión o/y la credibilidad de los grandes medios cuando al presidente, que maneja muchos hilos —telefónicos y de los otros—, no le basta con colar un argumentario en la redacción adecuada ni dar un canutazo en el pasillo del Congreso ni tan siquera, ojo, marcarse ad libitum uno de esos Aló presidente que practicó tanto en la pandemia y ya no le sirven.

Ninguno de estos efectos colaterales se le habrá pasado por alto a Sánchez o a alguno de sus múltiples colaboradores. ¿Por qué se lanza al ruedo de todas las maneras? Porque, admirable osadía suya aparte, no tiene otro remedio; y porque confía ciegamente —el amor es ciego, especialmente el propio— en sus poderes encantatorios en las distancias cortas. «Piel con piel» han dicho en el PSOE que va a ir.

También porque no tiene un gran concepto de la opinión pública. Calcula que las imágenes de gentes aplaudiéndole (militantes, naturalmente) tendrán un efecto contagio en el electorado y en el encuestorado. Piénsese. La idea es que gente a la que no convencen ni sus medidas de gobierno ni la gestión económica ni sus explicaciones parlamentarias ni los argumentos de la prensa partidaria va a caer subyugada por veinte segundos en las noticias con la musiquilla verbenera de fondo, los eslóganes enlatados y los aplausos enfervorecidos de un puñado de cargos orgánicos del lugar. Por ejemplo, de Sevilla, donde el PSOE acaba de perder la mayoría en unas elecciones, y donde empieza la gira.

La conclusión, como adelantábamos, es fácil y poco original: no va a funcionar. Pero el valor a Sánchez, al menos, se lo reconocemos con una admiración rayana en el asombro.

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