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Guadalupe Sánchez

Alipori en Moncloa

«Lo de este lunes en Moncloa puede considerarse una de las mejores aportaciones de Sánchez a la vergüenza ajena nacional, si no la mejor»

Opinión
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Alipori en Moncloa

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

Seguro que usted ha sentido alguna vez incomodidad, pudor o rechazo ante los actos o palabras de otros. A esa suerte de bochorno que experimentamos cuando asistimos a un comportamiento patético, los anglosajones lo llaman cringe y nosotros alipori o vergüenza ajena.

Aprender a identificar esta emoción es relativamente sencillo: piensen en Teodoro García Egea convirtiendo la palma de su mano en la pista de aterrizaje de un dron con la banderita de España intentando evocar el despegue de nuestro país gracias a las políticas de los populares. O en la campaña del Ministerio de Igualdad que, para promover la inclusión de los cuerpos no normativos en las playas españolas, ‘colocó’ una pierna allí donde había una prótesis. Y cómo olvidar la reciente romería -por llamarla de alguna manera- de Macarena Olona rodeada de sus seguidores haciendo el camino de Santiago. 

«El PSOE ha quedado reducido a una secta de fanáticos que han de profesar públicamente su devoción hacia el líder y que celebran en la residencia presidencial fastos en su honor»

Son sólo pequeñas muestras de un catálogo grotesco de nuestra política patria que Pedro Sánchez, también conocido como Su Persona, se ha empeñado en pulverizar. Alcanzó cotas que creímos insuperables cuando convirtió al Consejo de Ministros en un puñado de recepcionistas palmeros a las puertas de Moncloa. Demostró afán de superación cuando regresó del Consejo Europeo convertido en un héroe homérico que encandiló a Ursula y trajo consigo la «excepcionalidad ibérica» – y que gozosamente pagamos ya los españoles en nuestras facturas de la luz-.

Pero qué duda cabe que lo de este lunes en Moncloa puede considerarse una de sus mejores aportaciones a la vergüenza ajena nacional, si no la mejor. Cuando creíamos haber dejado atrás la infame etapa de Iván Redondo, llega Félix Bolaños dispuesto a sublimarla: el PSOE ha quedado reducido a una secta de fanáticos que han de profesar públicamente su devoción hacia el líder y que celebran en la residencia presidencial fastos en su honor. 

El teatrillo al que el Gobierno ha tenido a bien denominar «encuentro ciudadano» no es más que un calco institucionalizado de los llamados procesos de escucha que intentó popularizar Podemos y que hoy se empeña en seguir ejecutando ese suflé mediático llamado Yolanda Díaz bajo el nombre de ‘Sumar’. Por plagiar, hasta le han arrebatado a Podemos su pretendida representación de ‘La gente’. Iglesias se ha marchado, pero es evidente que su impronta permanece en el Ejecutivo.

El telón se levantó ayer bajo el eslogan de «Moncloa abre sus puertas a la ciudadanía» con Sánchez como actor principal, cinco españoles como actores secundarios y otros cuarenta y cinco como actores de reparto. Este medio centenar de concienciados ciudadanos habría dirigido al presidente quejas, preguntas y sugerencias que Moncloa consideró dignas de una invitación al evento. De entre todas, el gabinete asesor de nuestro líder supremo seleccionó aquéllas más comprometidas, sabedor de que Sánchez sabría zafarse en su condición de experto multidisciplinar.

Cuatro mujeres y un hombre biológicos, de los que ignoramos su género autopercibido, sometieron a Su Persona a un incisivo interrogatorio que ríase usted del que Tom Cruise realizó a Jack Nicholson en la película Algunos hombres buenos. Los elegidos por el dedazo de Bolaños expusieron sus inquietudes sobre el cambio climático, las pensiones o la obesidad infantil. Incluso tuvimos la enorme suerte de asistir como testigos a las dotes clarividentes de nuestro presidente, que confirmó la aprobación de un subsidio de desempleo para las trabajadoras del hogar tras la intervención de una de ellas, oriunda de Tomelloso. Nadie preguntó por la inflación, por la crisis energética, por la intromisión del Ejecutivo en el Poder Judicial o por el incumplimiento de las sentencias de los tribunales por parte de los socios catalanes del Gobierno. Dios aprieta pero no ahoga.

La nula voluntad de disimular la refrenda el hecho de que el único representante del patriarcado seleccionado para intervenir ya lo había hecho anteriormente en el Consejo Superior de Deportes -donde presentó su libro- y gracias al cual fue seleccionado como embajador en la Semana Europea del Deporte. Ni tan mal para un señor pretendidamente anónimo seleccionado al azar, al que los avatares del destino acaban conduciendo a Moncloa para expresarse ante el presidente. También hemos sabido que la estudiante madrileña de 18 años que formuló su honda preocupación por los incendios y el cambio climático tuvo la fortuna de conocer las instalaciones monclovitas en junio. Espero sinceramente que opten al Goya o al Globo de Oro en su categoría.

La propaganda del sanchismo es cada vez más cutre, su calidad se deteriora con la misma rapidez con la que el Ejecutivo degrada las instituciones y el ordenamiento jurídico. El relato es tan deplorable y carente de originalidad que no sólo produce sonrojo, sino también un grado nada desdeñable de consternación: es el reflejo del paupérrimo nivel de quienes mueven los hilos de nuestros destinos. Alguien debería explicarles a todos estos lumbreras que es incompatible pretender ser el gobierno de una gente a la que se toma sistemáticamente por gilipollas. 

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