THE OBJECTIVE
Antonio Caño

La gran generación

«La victoria de González es un mérito colectivo, un motivo de celebración, no sólo para los socialistas, sino para todos los españoles que aprecian la democracia»

Opinión
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La gran generación

Manifestación contra el 23-F, 27 de febrero de 1981 | Europa Press

Esta semana se cumplen 40 años de la victoria electoral del PSOE, que marcó la cumbre de la Transición, el periodo histórico que enlaza los últimos días de la dictadura de Francisco Franco con la democracia actual. El triunfo apabullante de Felipe González alejó los últimos fantasmas sobre el temor de un regreso al pasado, demostró que España estaba plenamente preparada para un Gobierno de izquierdas y equiparó definitivamente nuestro sistema político con el de la Europa a la que queríamos pertenecer.

La victoria de González es, por esa razón, un mérito colectivo, un motivo de celebración, no sólo para los socialistas, sino para todos los españoles que aprecian nuestra democracia y están dispuestos a aprender de las elecciones del pasado para darle hoy el impulso que necesita. Sobre el triunfo de González y la extraordinaria obra que dirigió desde el Gobierno se han escrito con motivo de esta fecha textos excelentes de personas bien documentadas, entre las que quiero destacar el libro Por el Cambio, de Ignacio Varela, un magnífico relato de los acontecimientos que condujeron a aquel apabullante éxito del PSOE y una obra de referencia sobre aquella época.

Pretendo destacar aquí, sin embargo, el valor de aquel acontecimiento como un logro de toda la nación, unida como nunca en nuestra historia, en el propósito de progresar en paz. Y, en la misma medida, subrayar, no sólo, los méritos de González, sino de toda una generación de políticos de todas las ideologías que supieron conectar con esos intereses de los españoles y sacrificar sus propias ambiciones en favor del bien común.

El triunfo de González se produjo en una sociedad decidida a superar el pasado sin rencores ni ajustes de cuentas y estuvo precedido de un costoso período de transformación en el que la derecha renunció a gran parte de sus privilegios y fue capaz de contener a sus huestes más tenaces -fue Gutiérrez Mellado quien se enfrentó a Tejero en el Congreso-, mientras que la izquierda tuvo igualmente el coraje de superar viejos radicalismos para elaborar una plataforma política moderna, realista y convincente. En esta labor fue, por supuesto, imprescindible la actuación de Felipe González en el congreso de su partido en el que se decidió la eliminación del marxismo, uno más en una larga lista de actos de valentía que se sucedieron entre la agonía de Franco y el 28 de octubre de 1982, con protagonistas tan diversos como Torcuato Fernández-Miranda o Santiago Carrillo. Entre uno y otro se puede incluir una lista extensa de viejos franquistas y pundonorosos antifranquistas que fueron capaces de confluir, aunque en ocasiones fuera contra su voluntad, para sentar las bases de la democracia española. Es por eso, sin duda, la mejor generación de la historia de España.

«Me parece una equivocación esa pretendida búsqueda del equilibrio que oscurece la labor de la Transición por las controvertidas biografías de sus autores»

Es hoy esa una generación olvidada, cuando no denostada y maltratada por algunos que sólo celebran el aniversario que nos ocupa para ver qué le pueden sacar que satisfaga sus intereses. No pretendo engañarme, sé que esa generación tenía defectos, conozco someramente el pasado de Fernández-Miranda y de Carrillo y casi cada día me veo en la situación de escuchar cómo se empaña la obra de González con la actuación antiterrorista durante sus años en La Moncloa.

Me parece, no obstante, una equivocación esa pretendida búsqueda del equilibrio que oscurece la labor de la Transición por las controvertidas biografías de sus autores. No estoy hablando aquí de hombres virtuosos, sino de políticos comprometidos con su nación, consecuentes con su misión y honestos consigo mismos. Prácticamente todos esos políticos tuvieron la oportunidad en algún momento de aquel periodo de actuar a favor de sus intereses, pero nunca lo hicieron porque siempre primó la conciencia de que pertenecían a un tiempo histórico que exigía de ellos exactamente lo que hicieron. Todos, además, compartían la humildad de saberse prescindibles.

«Labraron el camino para un Gobierno de cambio y nos permitieron a todos hasta el día de hoy progresar de forma constante y en paz»

Es muy posible que aquellos políticos no hubieran actuado así en una sociedad diferente. Es justo decir que los sacrificios que hicieron estaban al rebufo de una sociedad muy dinámica que había trazado un rumbo sin desvíos ni contemplaciones hacia la democracia. Es justo decir que aquella magnífica generación de políticos estaba a la altura de una excelente generación de sindicalistas, de periodistas, de intelectuales, de líderes ciudadanos.

En Estados Unidos llaman The Greatest Generation a los hombres y mujeres nacidos en las dos primeras décadas del siglo XX que sortearon el sufrimiento de la Gran Depresión y después combatieron a muerte para salvar la democracia en la Segunda Guerra Mundial. No son menores los méritos de nuestra Gran Generación, la de Felipe González y los que con él y antes de él sacaron adelante la Transición, labraron el camino para un Gobierno de cambio y nos permitieron a todos hasta el día de hoy progresar de forma constante y en paz.

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