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Antonio Caño

Los socialistas

«Es sabido que el PSOE ha albergado a lo largo de su historia diversas tendencias y ha conocido divisiones y enfrentamientos internos. Pero esta vez es diferente»

Opinión
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Los socialistas

Acto de celebración del 40º aniversario de la primera victoria del PSOE en 1982 | Ángel García (Europa Press)


Ha celebrado el PSOE estos días el 40 aniversario de su victoria electoral en 1982. La ocasión lo merecía, dado que es la más importante hazaña conseguida por ese partido en su historia moderna y, tal vez, en toda su historia. Decía la pasada semana en estas mismas páginas que, en buena medida, se trata de un éxito colectivo en la medida en que no se puede explicar sin el esfuerzo de reconciliación y cambio en el que la sociedad española estaba ya empeñada desde años antes.

Es justo reconocer, no obstante, el mérito propio de los socialistas, que supieron entender como nadie a esa sociedad y adaptar su partido a lo que los ciudadanos reclamaban y necesitaban y no al revés. Es mérito de los socialistas, con Felipe González a la cabeza, haber comprendido que los españoles miraban exclusivamente hacia adelante y que querían un futuro de progreso y libertad sin revanchismos ni odio.

La  celebración de estos días era, por tanto, una oportunidad de expresar el orgullo hacia las siglas en las que se milita o se vota en la convicción de que son las de un partido que, igual que no resultó decisivo en la derrota de la dictadura, sí lo fue en su consolidación y en la modernización de España.

«La propaganda ha sido mezquina, atribuyéndose méritos excesivos y minusvalorando a los demás»

No me ha parecido, sin embargo, que los socialistas hayan festejado esta fecha a la altura de su significado. Los actos oficiales han sido protocolarios, fríos y envueltos en polémicas. La propaganda ha sido mezquina, atribuyéndose méritos excesivos y minusvalorando a los demás. Y la comunicación al público ha sido sectaria y oportunista, dejando rastros demasiado evidentes del intento de aprovechar los logros pasados para conquistar otros en las elecciones inmediatas.

Los socialistas no han podido sustraerse en esta fecha al desasosiego que sufren desde 2016. Lo han intentado. Han sonreído para la foto. Pero la imagen igual ha dejado en evidencia el dolor de muchos socialistas por todo lo ocurrido a partir de ese año y su incomprensión de lo que hoy hace su partido.

La ausencia de Guerra en el principal mitin de estas celebraciones representó la desaprobación inequívoca de muchos de sus compañeros por la conducta política de Pedro Sánchez. Otros decidieron acudir movidos por un sentido de lealtad, por un compromiso personal con las ideas que defendieron, por agradecimiento a una militancia de la que, pese a todo, se sienten parte, por una obligación histórica.

Las razones pueden ser muchas. Cada socialista, creo, se ha preguntado en estos últimos años ¿de qué lado estoy? Algunos lo estarán, sinceramente, de la actual dirección. Otros entienden que no estar del lado del PSOE equivale a estar con la derecha y eso les impediría mirarse al espejo. Otros siguen dudando y aún no saben con certeza si votarán en las próximas elecciones o por quién lo harán. 

«Lo ocurrido en este partido en esta ocasión es el aplastamiento de una facción por parte de la otra»

Es sabido que el PSOE ha albergado a lo largo de su historia diversas tendencias y ha conocido divisiones y enfrentamientos internos. Pero esta vez es diferente. Esta vez no existe un combate ideológico entre dos facciones. No hay combate porque, formalmente no hay discrepancia, Lo ocurrido en este partido en esta ocasión es el aplastamiento de una facción por parte de la otra. Una tiene la voz, el mando; a la otra sólo le queda la nostalgia.

Ignoro cómo saldrá el PSOE de esto. Los que más saben le auguran un futuro escabroso, quizá, incluso, ningún futuro en absoluto. No he escuchado aún a un socialista capaz de atisbar un posible relevo de Sánchez, ni siquiera he escuchado cuándo o cómo podría hacerse. Tal vez sí, tal vez después de Sánchez llegue otro y el partido recupere esas señas de identidad que hoy se echan de menos.

Mientras tanto los socialistas, muchos socialistas, proseguirán en esta angustia que hoy los consume. Su alma de militantes los lleva a los mítines y les aconseja encontrar el resquicio que les deja esa decisión razonable, ese ministro sensato, para volver a creer. Quieren creer y tal vez acaben votando por Sánchez después de todo. Pero no creen, saben que su partido ha sido ocupado por gente en la que no confían y por políticas que no comparten. No van a romper el carnet porque quieren creer. Quieren creer, pero no creen. Y sufren. Y aplauden, pero sufren. Y celebran, pero están tristes.

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