THE OBJECTIVE
Sonia Sierra

El nacionalismo catalán y Franco

«Sorprende que precisamente aquellos que repiten que Franco prohibió el catalán sean los mismos que defienden que en la escuela solo se utilice el catalán»

Opinión
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El nacionalismo catalán y Franco

El nacionalismo catalán y Franco.

Mi anterior artículo se titulaba ‘Franco no prohibió el catalán’ y desde su publicación he recibido centenares de insultos así como varios artículos en mi contra. Alguien podría objetar que traté un tema muy delicado y de ahí una reacción tan desmesurada, pero es que en Cataluña siempre es así: a la que se verbaliza públicamente cualquier objeción al dogma nacionalista oficial, la campaña de linchamiento está servida. También las he sufrido por afirmaciones tan objetivas y fácilmente comprobables como que «derecho a decidir» es una construcción agramatical o que «lengua propia» es un concepto acientífico inventado por el nacionalismo catalán y que, en ambos casos, en el resto de países no saben ni cómo traducir. Esto es así desde el inicio del pujolismo: Cataluña es «un sol poble» de pensamiento monolítico porque cualquiera que se atreva a opinar en contra es atacado con dureza. 

La dictadura franquista fue horrible, cruel y deleznable y supuso un atraso para España en todos los aspectos y, remarco, «para España», porque en Cataluña se vende que fue un enfrentamiento de España contra Cataluña. Franco tenía una concepción del Estado centralista y su ideología era de un rancio nacionalismo españolista y por eso el catalán, el gallego y el vasco dejaron de ser oficiales. Esto fue muy perjudicial para estas lenguas y muy doloroso para muchas personas, aunque cabe recordar que gran parte de la burguesía catalana apoyaba a Franco y se sumaron rápidamente a hablar español. Al dejar de ser lenguas oficiales, perdieron su condición de lenguas administrativas y de enseñanza, pero eso no quiere decir, insisto, que estuvieran prohibidas.

En Francia, por ejemplo, el catalán no se puede usar en la Administración y es residual en la enseñanza. ¿Quiere decir eso que está prohibido? No, simplemente no es oficial. Y lo mismo podríamos decir no solo del catalán en Italia, que apenas tiene presencia, sino también de lenguas ampliamente habladas como la véneta o el napolitano, que no puede utilizarse más allá del uso privado y a nadie se le ocurre decir que están prohibidas.

Sin minimizar para nada las repercusiones negativas que tuvo la política lingüística del franquismo sobre el catalán, no se puede afirmar que estuviera prohibido porque había, desde la década de los 40, editoriales que publicaban en ese idioma así como concursos literarios, canciones, e, incluso, documentos notariales. A partir de los años 50, doblaje de películas y en los 60, programas de televisión y clases en educación infantil y primaria y la más importante campaña publicitaria de Franco: la de los 25 Años de Paz. Además, Néstor Luján, director de la revista Destino fue condenado en 1968 a ocho meses de prisión y a pagar 10.000 pesetas por publicar una carta en la que, según la sentencia, «se vertían conceptos de tipo ofensivo para la lengua catalana, cuyo libre uso particular y social se respeta y se garantiza». Todo esto y las pancartas escritas en catalán con las que se daba la bienvenida a Franco cuando visitaba Cataluña es incompatible con una lengua prohibida.

 Durante estos días me han enlazado imágenes de multas por hablar catalán en Sevilla y en San Sebastián, pero es que resulta que los mismos que critican eso defienden que, en plena democracia, en Cataluña se multe por rotular los establecimientos solo en español. He recibido varios documentos de ese estilo, pero ni uno del BOE donde se prohibiera el catalán. Es evidente que durante el franquismo esta lengua tenía poca presencia pública y quedaba relegada, en la mayoría de los casos, a la intimidad del hogar. Terrible, sin duda, pero igual de terrible que esa sea la pretensión de los gobernantes catalanes con respecto al español, tal y como verbalizó Àngels Ponsa cuando era consejera de Cultura al marcar como «objetivo de país» que la única lengua de uso común fuera el catalán y el español se hablaran solo en casa. Literalmente.

«No se puede afirmar que el catalán estuviera prohibido durante el franquismo porque había, desde la década de los 40, editoriales que publicaban en ese idioma»

Son muchas, también, las personas que cuentan que a un familiar le pegó un Guardia Civil por hablar catalán en la calle. No tengo por qué dudar sobre la veracidad de estos sucesos y es posible que el padre de Lluís Llach, los abuelos de Marta Rovira y Pere Aragonès o cualquiera del casi centenar de alcaldes franquistas que después se presentaron por CiU –el partido que, con mucha diferencia, más alcaldes franquistas absorbió- mandaran a pegar a los que hablaban catalán, porque se trataba de una dictadura con todo lo que eso significa.

Algo similar sucede con el tema de la educación. Se suele esgrimir que en los colegios franquistas se pegaba a los alumnos por hablar catalán. La realidad es que se infligían todo tipo de castigos físicos por cualquier motivo como, por ejemplo, ir al circo donde actuaba ligera de ropa la trapecista Pinito del Oro –le sucedió a mi madre- y eso no quiere decir ni que el circo ni el catalán estuvieran prohibidos, sino que este tipo de castigos eran habituales en la época. Afortunadamente, hace décadas que dejó de ser así, pero en algunos colegios –como el Font de l’Alba de Terrassa- se han denunciado castigos como quedarse sin chucherías o sin patio por hablar español en clase. Y, además, los sucesivos gobiernos nacionalistas hacen todo lo posible para que no haya ni una asignatura en español y se gastan el dinero de los contribuyentes en pleitear contra las familias que lo piden.

Las políticas de Franco me parecen deleznables, pero sorprende que precisamente aquellos que repiten que Franco prohibió el catalán sean los mismos que defienden que en la escuela, incluidas las actividades extraescolares, solo se utilice el catalán; que la única lengua de la Administración sea el catalán; que los carteles estén rotulados siempre en catalán y que sea lícito someter al escarnio público a cualquier camarero o dependienta que no les atienda en catalán. Son esos que reivindican su derecho a vivir solo en catalán imponiendo su lengua a todos los demás. ¿A qué les suena?

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