THE OBJECTIVE
David Mejía

Avances sociales, retrocesos mentales

«Nos hemos acostumbrado a vivir alargando la juventud para maquillar la precariedad y agasajando la jubilación para atraer al voto más politizado»

Opinión
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Avances sociales, retrocesos mentales

Avances sociales, retrocesos mentales.

Hasta ahora pensábamos que nuestro problema demográfico sólo admitía soluciones a medio plazo: incentivar la natalidad y facilitar la inmigración. No se nos había ocurrido que la manera más efectiva de aumentar la población juvenil de un país es ampliar la definición de juventud. En España somos jóvenes hasta los 35 años, y bienes protegidos a partir de los 65. Llama la atención que nadie haya caído en que la sobreprotección del colectivo de mayores de 65 años, cuya renta ha aumentado más que la de ningún otro en la última década, explica la imposibilidad de quitarle antes los manguitos a nuestros «jóvenes» treintañeros.

En España nos hemos acostumbrado a vivir alargando la juventud para maquillar la precariedad de los no tan jóvenes y agasajando la jubilación para atraer el voto del colectivo más politizado del país. Emparedados entre los menores de 35 y los mayores de 65 están quienes costean las promesas electorales, cuya inflación a dos semanas de las elecciones está por las nubes. El último anuncio de Pedro Sánchez -que aunque parezca mentira no se presenta a las elecciones- es un bono para que los mayores de 65 años vayan al cine por dos euros con el fin de «acercar la cultura a los mayores». Revisando la cartelera, diría que acercar la cultura a los mayores exige alejarlos de las salas de cine, salvo que el presidente encuentre interés cultural digno de subvención a las películas de superhéroes y videojuegos. Porque, tristemente, en la mayoría de ciudades españolas ni siquiera proyectan películas en versión original.

Entiendo que la etiqueta «cultural» era indispensable para vender el bono. Una subvención al ocio jamás podría haberse anunciado con tanta pomposidad, ni adornarla con las palabras mágicas: avance social. No sé si estamos preparados para avanzar al ritmo de las promesas del presidente. No sé ustedes, pero yo deseo que lleguen las elecciones para que termine la campaña. Mi hartazgo es comparable al que uno desarrolla hacia los anuncios de juguetes en los días previos a la llegada de los Reyes Magos. He llegado a pensar si esta batería de anuncios no sería un estrategia maléfica para sembrar animadversión a los procesos democráticos. Si es así, sepan que conmigo está funcionando. ¿Esto es la democracia liberal? ¿Promesas absurdas y compra indirecta de voluntades? Por favor, que pasen ya las elecciones y empiece a remitir esta desafección. Estoy a punto de preferir convertirme en un súbdito a que me sigan tratando como a un idiota.

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