THE OBJECTIVE
Felipe Santos

Oro extraño

Vivimos sobre oro. Pocos saben que el problema de la deuda pública y del déficit fiscal se encuentra solo a unos pocos kilómetros más abajo de las posaderas que los miembros del Eurogrupo exhiben cuando visitan el excusado de Justus Lipsius. Todo el oro original de la tierra se encuentra en su núcleo, consecuencia de la explosión de estrellas gigantes que terminaron por crear planetas como el nuestro, que no es otra cosa que una enorme bola de materiales fundidos. Entre ellos, el oro. Pero como es tan pesado quedó concentrado en el centro de la Tierra. Así que todo el oro que reluce, el que hemos encontrado en la corteza terrestre, es solo una pequeña parte del real, ese que permanece inaccesible desde el principio de los tiempos.

Opinión
Comentarios
Oro extraño

Vivimos sobre oro. Pocos saben que el problema de la deuda pública y del déficit fiscal se encuentra solo a unos pocos kilómetros más abajo de las posaderas que los miembros del Eurogrupo exhiben cuando visitan el excusado de Justus Lipsius. Todo el oro original de la tierra se encuentra en su núcleo, consecuencia de la explosión de estrellas gigantes que terminaron por crear planetas como el nuestro, que no es otra cosa que una enorme bola de materiales fundidos. Entre ellos, el oro. Pero como es tan pesado quedó concentrado en el centro de la Tierra. Así que todo el oro que reluce, el que hemos encontrado en la corteza terrestre, es solo una pequeña parte del real, ese que permanece inaccesible desde el principio de los tiempos.

Varios asteroides que impactaron contra la superficie dejaron incrustado todo el oro del que tenemos noticia, descubierto o no. Casi sin saberlo, estos días hemos reparado en que todo ese metal precioso, en realidad, no nos pertenece. Los alquimistas siempre quisieron extraerlo del plomo, pero todos los intentos se quedaron en conjeturas delirantes. Tanto poder era el que se confería a este metal, luego llamado vil, que en tiempos de la peste era ingerido en finas partículas con el fin de sanar.

 El oro siempre estuvo en el fondo de un río, del que sólo es posible emerger por el desgaste que produce el paso del tiempo. Con el mismo movimiento con que tratamos de sacarle brillo. Un buen día salió de la cuenca fluvial y durante siglos adornó cabezas de reyes, manos de obispos y cuellos de princesas y cortesanas, pero en el fondo siempre experimentó un empuje incontrolable por volver a donde pertenece. El oro era el color de los dioses, faraones y sarcófagos egipcios, antes de que Fidias erigiera las criselefantinas de Atenea en el Partenón y Zeus en el templo de Olimpia. Hasta que Klimt lo utilizara en los albores de las vanguardias, dio valor real a monedas que las más de las veces se mancharon con sangre. Un buen día, en una colina bávara, el Wotan wagneriano pretendió distraer un anillo de oro a unos nibelungos mientras la madre naturaleza, la misma Tierra, le canta al final de la tetralogía: «Tú no eres aquello que finges ser».

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D