THE OBJECTIVE
Jordi Bernal

Otro oasis que no era

«Veremos si la ofensiva de las elecciones —que la encierra a solas con Vox— le vale a Ayuso una cómoda mayoría absoluta»

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Otro oasis que no era

zipi | EFE

En el oasis madrileño pintan bastos. Ayuso, la Thatcherita cheli, nos había vendido una tierra prometida de libertades sin mácula y parece ser que, tras el cartón piedra de la producción hollywoodiense a escala Twitter, no hay más que la villa y corte de toda la vida. Con sus grandezas y miserias, sus abrazos sonrientes y sus puñaladas traperas. La prosa sonajero de la derecha mediática ha cantado las bondades de la dama de hierro versión mesetaria y 2.0 como recio dique de contención frente a delirantes invasiones de hordas comunistas y bolivarianas. Esfumada Esperanza Aguirre, Ayuso representa el desparpajo de un liberalismo entendido como barbarie de mercado y desprotección social. Al final y al cabo, sostienen los nuevos sabios de la cosa en caracteres contados, algo habrán hecho los pobres por serlo en la exuberante ciudad de las oportunidades a granel.

El discurso de Ayuso mira por el rabillo del ojo a Cataluña, más concretamente a Barcelona, ciudad que no vive su mejor momento, pero que por tradición ha compatibilizado libertad auténtica y marítima con aquello que antaño se conocía por justicia social, reparto mínimamente equitativo y socialdemocracia sensata. Para la derecha desacomplejada más que un oxímoron el binomio se trata de un sacrilegio imperdonable. La libertad debe ser competitiva, selvática y desregularizada. Y así nos va. De ahí que, en una suerte de nacionalismo inverso, haya construido un argumentario basado en la supuesta superioridad de su proyecto madrileño frente a cualquier propuesta de convivencia social que no hinque rodilla ante sus principios ideológicos. Madrid Bien Supremo y esencia de españolidades atávicas; todo lo demás el Mal disgregador.

Veremos si la ofensiva de las elecciones —que la encierra a solas con Vox— le vale a Ayuso una cómoda mayoría absoluta que le permita campar a sus anchas sin el lastre de Ciudadanos, a los que la jugada murciana los puede dejar a un paso de la extremaunción. Todo será fenomenal, qué duda cabe. Y la culpa, si la cosa no funciona, de los otros: esos eternos perdedores.

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