THE OBJECTIVE
David Mejía

Paisajes de Galdácano

«Si Bildu no es HB, ¿por qué insisten en parecerlo? ¿Por qué no expulsar a Sortu de la coalición y nombrar coordinador general a un verdadero hombre de paz?»

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Paisajes de Galdácano

ROMÁN G. AGUILERA | EFE

Resulta encomiable el esfuerzo que algunos dirigentes del PSOE y Podemos están haciendo para divorciar a Bildu de ETA. Sus periodistas de corte inundan nuestra depauperada esfera pública de relatos que buscan disociar el terror de la formación abertzale y legitimar así sus acuerdos con el Gobierno. Repiten el catecismo con disciplina conventual pero, como acostumbran los creyentes, obvian algunos hechos fundamentales.

El argumentario dice que Bildu no es ETA. Ni tan siquiera es Herri Batasuna, ya que el grupo tiene diversas procedencias. Rescatan palabras de personas como Oskar Matute, que procede de Izquierda Unida (Ezker Batua), y en 2004 se manifestó en el parlamento vasco contra la violencia. El discurso de los Matutes sería un ejemplo de que la genealogía de Bildu es mestiza, y por tanto su relación con HB es contingente. Este relato lo aderezan con las consignas habituales: todos los gobiernos han negociado con ETA; Aznar dijo ‘movimiento vasco de liberación’; Maroto declaró que había que hablar con Bildu; el PP vasco ha firmado muchos acuerdos con ellos; la derecha agita el fantasma del terrorismo es porque su principal baza electoral…

En general, estos argumentos encajan en la falacia de tu quoque (tú también), que consiste en rechazar un razonamiento aludiendo a la inconsistencia personal de quien lo profiere. Por eso el argumento más interesante es que el que pretende hacernos creer que la relación entre Bildu y HB es indirecta, circunstancial, insignificante, y que HB -ahora Sortu- es sólo un mal sueño disuelto en una colación democrática.

La oportunidad política nos hace creer cosas fascinantes. Arnaldo Otegi, actual coordinador general de Bildu, fue antes secretario general de Sortu, portavoz de Batasuna, miembro de ETA político-militar y de ETA militar tras la división de 1984. Otegi nunca ha mostrado arrepentimiento por su militancia ni ha condenado la violencia. Lo único que ha condenado ha sido la «represión». Ayer, por ejemplo, la cuenta de Sortu lamentó la detención en Bélgica de Natividad Jaúregui, reclamada por el asesinato del teniente coronel Ramón Romeo.

Otegi fue elegido coordinador general de EH Bildu con el 84% de los votos. Si los militantes del grupo no quisieran ser identificados con él, sospecho que habrían elegido a otro líder. Porque esa es la cuestión: si Bildu no es HB, ¿por qué insisten en parecerlo? ¿Por qué no expulsar a Sortu de la coalición y nombrar coordinador general a un verdadero hombre de paz, que condene la violencia sin paliativos? En el mejor de los casos, sólo un 16% de la militancia de Bildu reniega de HB, y no lo suficiente para forzar una escisión manifiestamente opuesta a la violencia.

Ayer, 21 de noviembre, se cumplieron veinte años del asesinato de Ernest Lluch. Pedro Sánchez lo recordó con un tweet que comenzaba con una fórmula de oportuna vaguedad: «Hace 20 años el terrorismo asesinó a Ernest Lluch». El terrorismo, a secas. La ambigüedad del Presidente fue interpretada como un gesto hacia Bildu, hoy convertido en socio preferente para la aprobación de los Presupuestos.

Yo me atreví a sugerirle otro modo de honrar al añorado Lluch. Pasaba por ponerse en contacto con Íñigo Hernando Arriandiaga, alcalde de Galdácano por EH Bildu, y exigirle que retire todas las fotos de Iñaki Krutxaga -el asesino de Lluch- que decoran el pueblo. Si se pretende honrar a una víctima, ¿por qué no empezar prohibiendo los homenajes a su verdugo?

Junto a las fotos de Krutxaga seguro encontrarían una de Jon Bienzobas Arretxe, también vecino del pueblo. El consistorio tiene predilección por él; asesinó a Francisco Tomás y Valiente en 1996, y eso le ha ganado un lugar especial en el corazón de un pueblo que ha alumbrado otros ilustres gudaris como «Thierry» o «Txapote».

En una entrevista reciente en el diario El País, ante la pregunta de si la sociedad española estaba preparada para normalizar a Bildu, José Luis Ábalos sugería que nos convendría darnos una vuelta por el País Vasco para comprobar cómo se vive. Supongo que se refería al paisaje de Galdácano. «»

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