THE OBJECTIVE
David Blázquez

Para siempre, siempre, siempre

“El amor: un año de ardor y llamas y luego treinta de cenizas”

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Para siempre, siempre, siempre

Daniel Gascón, editor de esa interesantísima publicación que es Letras Libres, escribía hace unos días una columna en la que agradecía su labor a los editores por permitir y hacer mejores nuestras conversaciones y por haber mejorado ese espacio espiritual que es nuestro idioma. Encontrar una palabra de agradecimiento en nuestra prensa es recabar en un oasis en el que pararse a beber y retozar con alegría, ahora que en nuestra conversación pública casi todo es trolleo y mala baba. A su agradecimiento me sumo, especialmente hoy que volteo la última página de un magnífico librito, una perla en contenido y forma: La amada más distante: un ensayo sobre La voz a ti debida, de Pedro Salinas, de Felipe Baeza Betancort. Este ensayo es el primero de Bookman, una nueva aventura editorial que tiene el propósito de desempolvar tesoros a los que el olvido o los imperativos del mercado han arrinconado. La amada más distante es un ensayo sobre poesía, pero tan jugoso y bien tramado, que por momentos se diría que es un poema sobre otro. Sus apenas setenta páginas ayudan –ese es su propósito– a la comprensión de las rimas de Salinas pero son, además, un ejercicio de la mejor crítica: la que nos invita a descubrir mundos nuevos, más profundos, en la obra de que se ocupa.

El nuestro es un momento en el que el amor y sus expresiones más nobles nos parecen ya lejanas quimeras de adolescentes de antaño. La violencia con la que nos tratamos, la velocidad con la que el “es imposible” doblega al deseo de luchar por lo que en su día intuimos como eterno, la percepción de que es inútil dejar atrás a las sirenas para navegar hacia el “irrefutable tú” de quien amamos porque, como dice, ya de vuelta de la vida, el príncipe Salina en El gatopardo: “El amor: un año de ardor y llamas y luego treinta de cenizas”… Las experiencias en las que nos introduce La voz a ti debida se antojan por momentos casi imposibles y sin embargo expresan con grandeza, a poco que uno se mire bien dentro, lo que de verdad somos: anhelo de amar y ser amados, infinitamente. Como usaban repetir Teresa de Ávila y su hermano Esteban abrumados por el afecto y la amistad que los sobrecogía: “Para siempre, siempre, siempre”.

La voz a ti debida fue, en palabras de Julián Marías «la mejor expresión lírica del amor en nuestro tiempo». Su lectura, de la mano del ensayo de Betancourt, puede devolvernos a muchas de las preguntas que suscita el amor verdadero, ese sobre el que todavía no hemos descargado los escombros de nuestro escepticismo, el que hizo a Salinas escribir lo que muchos hemos sentido y experimentado, aunque no lo hayamos sabido decir con versos tan preclaros como estos:

Necesito el milagro
insólito: otro día
y tu voz, confirmándome
el prodigio de siempre.
Y aunque te calles tú,
en la enorme distancia,
la aurora, por lo menos,
la aurora, sí. La luz
que ella me traiga hoy
será el gran sí del mundo
al amor que te tengo.

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