THE OBJECTIVE
Carlos D. Lacaci

Parlamento gaseado

Si pensamos en la institución que mejor representa la voluntad de un pueblo dentro de un Estado, hablaríamos del Parlamento. A través del parlamentarismo, países de todo el mundo han ido consolidando sus propios sistemas democráticos, elaborando y aprobando normas jurídicas de carácter general e interviniendo en la integración y funcionamiento de otras instituciones del Estado.

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Parlamento gaseado

Si pensamos en la institución que mejor representa la voluntad de un pueblo dentro de un Estado, hablaríamos del Parlamento. A través del parlamentarismo, países de todo el mundo han ido consolidando sus propios sistemas democráticos, elaborando y aprobando normas jurídicas de carácter general e interviniendo en la integración y funcionamiento de otras instituciones del Estado.

No obstante, conviene hacer alguna matización sobre las «bondades» de esta forma de representatividad, común a la mayoría de las democracias en el mundo.

Si bien todos los representantes elegidos mediante votación libre de sus electores, es decir, por parte del pueblo que delega dicha representatividad para legislar en su nombre, cuentan con legitimidad de origen para llevar a cabo dicha responsabilidad, no quedan por ello dotados, automáticamente, de legitimidad para el ejercicio de tal encargo.

Para entender mejor lo anterior, intentaré ilustrar con alguno de estos ejemplos.

Imaginen que a Hitler le eligiera, mediante un sufragio libre y con todas las demás garantías de legalidad, la mayoría de los electores de un país. Evidentemente, Hitler, en ese supuesto, contaría con una legitimidad de origen para representar a ese pueblo que deposita en él su confianza. Ahora, imaginen que Hitler, una vez en el gobierno, manda perseguir y asesinar a millones de personas inocentes en el mundo. En este caso, para seguir hablando de un sistema democrático, cabría entender que el pueblo debería revocar esa legitimidad de origen, puesto que, evidentemente, un hecho así, habría transgredido la legitimidad de ejercicio.

Ahora imaginen a un grupo terrorista que hubiera asesinado a casi mil personas inocentes en un país y que, sin haber abandonado las armas, ni haber resarcido a las víctimas de aquellos asesinatos, se hubieren podido presentar también como representantes de la soberanía de ese mismo país, obteniendo representatividad parlamentaria dentro del mismo.

Pues bien, no se lo imaginen, lo uno y lo otro, por desgracia, ya sucedió. No, no hubo revocación en la legitimidad de ejercicio de Adolf Hitler ni, tampoco, hubo revocación en la legitimidad de origen que obtuvieron los partidos que comulgaban con ideas de los terroristas en España.

En esta fotografía vemos otro Parlamento. Aquí, la oposición de Kosovo se opone al acuerdo con Serbia con gases lacrimógenos en plena sesión. Un sistema parlamentario, a priori, significa una forma y organización del Estado en la cual, los pueblos, expresan su propia voluntad por medio de los representantes a los que eligió.

Para que lo anterior sea una realidad consistente, creíble y estable es necesario no sólo establecer mecanismos de control para que no haya fraude en la legitimidad de origen, también, para que no se produzcan en la legitimidad del ejercicio de quienes son llamados a representar a sus pueblos.

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