Pedro Sánchez en el remolino

Los días van pasando en este invierno dulce, este invierno apaisado, que es todo el veneno en la piel de una primavera precoz. Nuestra política parece haberse contagiado de la parsimonia soleada de las horas y la tensión va diluyéndose.

Pedro Sánchez vio cómo Rajoy se quitaba de en medio, cómo Pablemos se subía a la parra para no ensuciarse con el barullo, cómo Rivera tomaba el sol mirando en todas direcciones. Quiere decirse que Pedro Sánchez se ha quedado sólo en el centro del remolino (el maëlstrom mediático, el sumidero de la historia) y ya que el remolino a alguien tiene que tragarse, se lo tragará a él.

Cuando uno lee mal la partitura, poco sentido tiene dedicarse a énfasis interpretativos. Cuando uno saca el peor resultado de su historia y se ve ungido de legitimidad para intentar un pacto de ocho partidos (en las confluencias de Pablemos hay un auténtico catálogo de chucherías), entonces sucede que la gente va dando pasos atrás para que el batacazo no se los lleve por delante.

Este es un invierno perezoso, un tiempo de terrazas prematuras y bahías soleadas. Los que padecemos en Baleares las constantes alianzas del PSOE con todo partidito que se presente, sabemos que el precio a pagar es la sobre-representación de grupos diminutos de opinión y activismo, que de repente tienen acceso a las amplias balconadas, a la mullida moqueta, al discreto canapé. Los profesores semi golfos de la izquierda semi tontuna forman cuadros de gestión amedrentados, incapaces de mirar de frente al poder sobre el que llevan teorizando desde el bachillerato. Eso sí, el eco-feminismo pacifista, transgénero y pro-saharaui, anti TTIP y aliado con los indígenas del Aconcagua, tiene sillones de sobra en los plenos municipales.

Y van pasando, soleadas y remolonas, las hermosas mañanas de invierno.