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Melchor Miralles

Periodistas

El periodismo, tan en peligro en las grandes urbes donde los poderosos juegan con los medios en su tablero de poder, es siempre arriesgado si se ejerce en libertad

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El periodismo, tan en peligro en las grandes urbes donde los poderosos juegan con los medios en su tablero de poder, es siempre arriesgado si se ejerce en libertad

Al Qaeda en el Magreb Islámico ha reivindicado en la web Sahara Medias el asesinato de los dos periodistas franceses en Mali perpetrado el pasado sábado. El Ejecutivo francés considera plausible la reivindicación. Dos colegas más a los que quitan la vida en el ejercicio de este oficio maravilloso y canalla.

No les conocía. Pero conocí a muchos otros. Algunos de ellos en la nómina de los más grandes periodistas de guerra que fueron asesinados. Me es igual quien lo hiciera. A estos los asesinó Al Qaeda, o alguna de sus franquicias. A Julio Anguita le reventaron la vida mientras escribía empotrado en el Ejército americano al sur de Bagdad. A José Couso le liquidaron militares de los EE UU en Bagdad mientras grababa desde la ventana de un hotel. A Miguel Gil le agujerearon a balazos junto a Kurt Schork en Sierra Leona guerrilleros del RUF, en Rogneri, y aún hoy permenece en el lugar el coche, oxidado, en la cuneta. A Miguel le regalé no hace mucho unas lágrimas en compañía de su hermano del alma, Fernando L. Quintela, en esa misma cuneta, junto al vehículo repleto de orificios.

El periodismo, tan en peligro en las grandes urbes donde los poderosos juegan con los medios en su tablero de poder, es siempre arriesgado si se ejerce en libertad. Pero en lugares de conflicto, en esos sitios a los que solo van mujeres y hombres enamorados del oficio y convencidos de que el periodismo es una profesión que debe buscar hacer del mundo un lugar mejor, uno se juega la vida de verdad. Y algunos la pierden. El maestro Ben Bradlee lo dejó escrito: “Escucha a un hombre que nunca será el mismo después de haber viajado a Ruanda y conocerás el poder de la historia vista con datos de primera mano”. Los periodistas nos sentimos estimulados y felices en las situaciones en las que el desenlace es incierto. Sólo quienes se acercan al abismo del conflicto con su cámara, su block de notas y su ordenador saben cómo huele la muerte. Estos colegas se entregan al periodismo como un hombre sólo puede entregarse a una mujer que le enloquece. Y a veces se dejan la vida en el olvido. Por eso. Porque están enamorados de este oficio en el que nunca falta un gerente que cuando vuelves del conflicto, si salvas la vida, te pide las facturas del taxi.

Para los que no lo sepan, una cifras sobre el oficio. Heladoras. 2012 fue un año mortífero para los periodistas: 88 asesinados (un 33% más que el año anterior), 879 detenidos, 1.993 agredidos o amenazados, 38 secuestrados, 73 que tuvieron que huir de su país, 6 colaboradores asesinados, 47 internautos y colaboradores de blogs asesinados, 144 blogueros e internautas detenbidos, 193 periodistas encarcelados. Mi respeto, mi admiración y mi homenaje a todos ellos.

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