THE OBJECTIVE
Jose Maria Inigo

Pero la muerte sigue ahí

No gana uno para sustos. Ahora resulta que el Papa fue en su juventud portero de discoteca y el perro más famoso el mundo, es también el más feo del universo.

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Pero la muerte sigue ahí

No gana uno para sustos. Ahora resulta que el Papa fue en su juventud portero de discoteca y el perro más famoso el mundo, es también el más feo del universo.

No gana uno para sustos. Ahora  resulta que el Papa fue en su juventud portero de discoteca y el perro más famoso el mundo, es también el más feo del universo. Al menos estas noticias te distraen de esas otras que diariamente y con insistencia preocupante confirman tristemente que este mundo está loco. Bueno, quizás habría que precisar más y decir que quienes lo rigen están como una cabra al permitir guerras y hambres, que mientras en unos países hay exceso de alimentos, en otros las gentes, niños incluidos, se mueran de hambre y cosas peores.

Lo malo de leer la prensa a diario es que nos acostumbramos a las catástrofes y acabamos considerándolas cosa habitual de cada día. Al tercero de ver cadáveres mutilados en Siria, mujeres apedreadas en Afganistán, cuerpos destrozados por los atentados en Irak, o niños famélicos con sus vientres hinchados en África, nuestro cerebro deja de catalogar esas imágenes como tragedia. Y pasamos la página sin más. Pero el desastre continúa. La muerte sigue ahí. Por mucho que nosotros pasemos de ella.

Y no es que esté en nuestra mano arreglar tanta desgracia, que no lo está, pero el hecho de que asistamos a este desastre universal como quien ve llover, sin mover un dedo, sin que la desgracia sirva al menos de tema de conversación, me hace pensar que la degradación del ser humano es cada día mayor y no nos va a llevar a buen puerto.

Menos mal que de vez en cuando una rendija de esperanza se abre camino entre tanta catástrofe. Parece ser que las FARC podrían estar preparando un alto el fuego para fin de año; los alemanes piden en las calles la ilegalización del partido neonazi NPD, y en los aeropuertos de Estados Unidos ceden perros a los pasajeros en espera para que calmen sus nervios jugando con ellos.

 

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