THE OBJECTIVE
Ignacio Vidal-Folch

Pitadas al himno: lo posible y lo desaconsejable

Como objetivo que fue de los pistoleros de Eta que más de una y más de dos veces intentaron matarle, Carlos Iturgaiz, que fue presidente del PP del País Vasco en los años 1996-2004, merece un plus de respeto, un poco más de respeto que muchos que no tuvieron que ver de cerca el peligro, no conocen lo que es tener que desplazarse siempre con guardaespaldas y no han tenido que asistir, como él, a los funerales de tantos compañeros asesinados. El peligro que corrió es un blasón. ¿Blasón de qué? De mérito en el servicio público. Si se quiere, de superioridad moral.

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Pitadas al himno: lo posible y lo desaconsejable

Como objetivo que fue de los pistoleros de Eta que más de una y más de dos veces intentaron matarle, Carlos Iturgaiz, que fue presidente del PP del País Vasco en los años 1996-2004, merece un plus de respeto, un poco más de respeto que muchos que no tuvieron que ver de cerca el peligro, no conocen lo que es tener que desplazarse siempre con guardaespaldas y no han tenido que asistir, como él, a los funerales de tantos compañeros asesinados. El peligro que corrió es un blasón. ¿Blasón de qué? De mérito en el servicio público. Si se quiere, de superioridad moral.

Durante aquellos interminables años de plomo en que defendía la idea de España y de la democracia en un lugar peligroso y frente a enemigos despiadados, no tuvo, que se recuerde, ni una salida de tono. Entonces, ¿por qué ahora se ha desquiciado hasta el extremo de llamar, en esa cloaca máxima que es twitter, “hijos de puta” a los hinchas del Barcelona F.C. que durante el partido de la final de la Copa del Rey pitaron el himno nacional y ofendieron, en la pequeña, insignificante medida de sus posibilidades, los símbolos de aquello por lo que él se jugó la vida, los símbolos de un país y de una nación que él tuvo que ver tantas veces ensangrentados?

Un diputado español del Parlamento Europeo no debe insultar a otros ciudadanos españoles, por desagradables que le parezcan, sino que conviene que demuestre modales atemperados. Sobre todo teniendo en cuenta, como digo, que en peores garitas tuvo que hacer guardia.

El bochorno de los silbidos al himno y al rey, y con ellos la ofensa a todas las personas, vivas y muertas, a las que representan, tiene fácil solución: una sanción económica o deportiva al club responsable –como ya ha hecho dos veces la UEFA cuando se han exhibido “esteladas” en competiciones europeas—, o la suspensión fulminante del partido; si es preciso se pueden modificar ad hoc los estatutos del trofeo deportivo como se hizo en Francia cuando la hinchada magrebí se atrevió a silbar la Marsellesa en partidos de la selección nacional contra la selección argelina y la marroquí.

Si las autoridades políticas, judiciales y deportivas no quieren tomar ninguna de estas medidas contra el escarnio al himno y al Rey, entonces lo que procede es armarse de paciencia y resignarse con estoicismo, que desde luego es un camino de perfección.
Porque es muy probable que en el futuro próximo sigan sucediendo dos cosas: una, que la Generalidad de Cataluña persevere en el fomento, como viene haciendo sistemáticamente desde hace muchos años, del aborrecimiento a España y a todo lo relativo a su imaginario; y dos, que el Barcelona F.C. vuelva a jugar la final de la Copa del Rey.

Se puede actuar, como hicieron en Francia. Y también se puede poner la otra mejilla, como hasta ahora hacemos en España. Lo que no se puede es ir dirigiendo palabras malsonantes a la masa, y menos en twitter, por dios.

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