THE OBJECTIVE
Leopoldo Abadia

¡Pobre niño!

¿A qué jugará ese crío cuando esté con sus amigos esta tarde? Luego cenará en familia, lavándose las manos, claro, y, en familia, los niños contarán lo que han hecho hoy. No me puedo -no quiero- imaginar lo que contará este niño ni la cara que pondrán sus padres.

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¡Pobre niño!

¿A qué jugará ese crío cuando esté con sus amigos esta tarde? Luego cenará en familia, lavándose las manos, claro, y, en familia, los niños contarán lo que han hecho hoy. No me puedo -no quiero- imaginar lo que contará este niño ni la cara que pondrán sus padres.

Salvajada. ¡Pobre niño! Educado en el odio hasta las últimas consecuencias. También, pobre prisionero decapitado, por supuesto. Muerte espantosa.

Pero el más desgraciado es el chaval, convertido en monstruo por unos monstruos, que, en nombre de no se sabe quién, deciden destrozar niños.

¿A qué jugará ese crío cuando esté con sus amigos esta tarde? Luego cenará en familia, lavándose las manos, claro, y, en familia, los niños contarán lo que han hecho hoy. No me puedo -no quiero- imaginar lo que contará este niño ni la cara que pondrán sus padres. Cada uno dirá eso de «mira qué majo tu hijo», atribuyéndole al otro la paternidad/maternidad de eso. «Eso», porque esa bestia fabricada que tienen en casa no es ese ni esa. Eso, y con suerte.

Hablar a esta gente de educación de los hijos es una manera de perder el tiempo. Aburrida, además, porque tiene que ser desesperante decir que hay que ser finos, educados, comer sin abrir la boca, dejar pasar primero a las señoras, mientras el sujeto, mirándote con atención, va limpiando de sangre el cuchillo y afilándolo, de paso.

¿Cómo llegó este desgraciado a ser lo que es? ¿Quién le susurró las primeras palabras de odio? ¿Quién se las fue ampliando en nombre de la patria, de la historia y, peor, mucho peor, muchísimo peor, de un dios -lo pongo en minúscula- inventado?

Oigo frases de odio continuamente. Y no me gustan nada. Ya sé que de este odio que oigo al odio del pobre crío sirio hay mucha distancia. Pero el odio es odio.

Y cada vez le tengo más manía.

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