THE OBJECTIVE
Daniel Ramirez Garcia-Mina

Podemos, ¿vienen o van?

Los programas utópicos, enmarcados en círculos morados, se pelean con las mentiras, firmadas por las siglas tradicionales.

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Los programas utópicos, enmarcados en círculos morados, se pelean con las mentiras, firmadas por las siglas tradicionales.

Los programas utópicos, enmarcados en círculos morados, se pelean con las mentiras, firmadas por las siglas tradicionales. Los mítines modernos, los discursos frescos, los rostros distintos, y los clichés igualitarios tratan de convencer a un ciudadano que, bajo una manta y con los ojos puestos en el televisor, mira a ambos lados sin saber qué hacer: votar a los que le mienten, o a aquellos que prometen un paraíso de forma casi mesiánica. Saben cómo son unos, pero desconocen cómo se comportarán los otros. Una marea de noticias y escándalos, de uno y otro color, sube y baja casi a diario para decir que “los buenos son los de siempre” o que “los buenos son los que llegarán”.

Pero esos que vienen, ¿adónde van? La Puerta del Sol dibujó una serie de interrogantes; unas preguntas que si Podemos no consigue responder actuarán como una especie de guillotina electoral para Pablo Iglesias, restando los votos de los indecisos, de aquellos que están cansados de “los de siempre”, pero que permanecen escépticos ante los nuevos. Ese voto inteligente, el que trata de conquistar el populismo (ojo, populistas los hay de izquierdas y de derechas), quizá sea el que determine el próximo Gobierno.

Si quieren gobernar España, ¿por qué llevan banderas de Cuba, Grecia o Venezuela? Si quieren gobernar España, ¿por qué se muestran ambiguos en las regiones amenazadas por el independentismo? Si no son casta, ¿por qué utilizan la misma banda sonora que movimientos similares anteriores?

La diversidad y lo heterogéneo otorgan fuerza y positividad a Podemos. “No solo somos comunistas, socialistas y ateos”. Es verdad, lo han conseguido. Han cosechado el apoyo de otros tantos que, pensando distinto, también creen que ha llegado el momento de cambiar. Pero esas diferencias que tanto aportan pueden acabar matando al voto. La pluralidad puede convertirse en el Mr. Hyde del Dr. Jekyll.

Cada vez queda menos arena en el reloj. Las hojas del calendario electoral caen mientras Podemos intenta encontrar el modo de definirse que menos votos pueda quitarles.

Mientras tanto, el ciudadano, rockero, camina por la jungla de asfalto con la melodía de Rosendo en la cabeza: “¿Vienen o van? Yo no lo sé. ¿Vienen o van? Yo no lo sé”.

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