THE OBJECTIVE
Cesar Cidraque Llovet

Pongámonos de acuerdo

Que no nos engañen, que la vida no se basa sólo en competir, que no funciona. Se trata de compartir, y esa es precisamente la tecla que menos tocamos.

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Pongámonos de acuerdo

Que no nos engañen, que la vida no se basa sólo en competir, que no funciona. Se trata de compartir, y esa es precisamente la tecla que menos tocamos.

Hoy os voy a hablar de lo de siempre, pero si me permitís y sin que sirva de precedente, con alusiones directas a la política, sin el ánimo de cambiar nada ni desprestigiar a nadie. Sólo os invito a reflexionar, os invito a que nos pongamos de acuerdo.

La gente quiere personas formales a su alrededor, personas razonables capaces de admitir sus errores, de escuchar sin juzgar o sin estar preparándose una respuesta y cuya defensa no sea el ataque. No hay nada noble en ser mejor que los demás, y menos todavía en criticar y poner en evidencia. ¡Pero si todos lo hacen! Y pienso: pues cambia tú, da ejemplo. Ocúpate de ti, de lo que tú haces, que es lo único que puedes controlar.

Que no nos engañen, que la vida no se basa sólo en competir, que no funciona. Se trata de compartir, y esa es precisamente la tecla que menos tocamos. Iglesias, Rajoy, Mas, Merkel, tú, yo… ¡metámonos en la cabeza que una discusión no tiene vencedores! Mandela, Mujica, Gandhi, Teresa de Calcuta, Lincoln; ¿no hemos aprendido nada de ellos? ¿De verdad? Que política, economía, negocios, vida, no se defienden con palabras y acusaciones, se viven con actos y pactos.

Cuando Mandela sentaba a blancos y negros a negociar cuando podían estar disparándose, empezaba hablando de lo que les unía, de lo que tenían en común, de aquello en lo que estaban de acuerdo –aunque fuera poco-, para construir su discurso a partir de ahí y alcanzar pactos. ¿De qué servía acusar? ¿De qué servía un pasado que ya había pasado? Los grandes nombres de la historia son los que fueron capaces de hacer entender que la violencia –física o verbal- es el recurso del impotente.

El pasado original de la democracia y también de la democracia del futuro se basa en la participación. Nuestro sistema democrático representativo tuvo sentido a principios del siglo XX cuando los ciudadanos no tenían los recursos suficientes para participar activamente y de forma regular en la política de su país. Ahora tenemos herramientas tecnológicas suficientes para dar una opinión vinculante de forma regular en nuestras políticas municipales y estatales. Y con regular me refiero a semanal o quincenal, no cada cuatro años. La soberanía es del pueblo, no de un Parlamento que no se parece a la mayoría de gente que vive en su país. Y sí, las leyes se cambian, porque de lo contrario las mujeres todavía no podrían votar o los homosexuales estarían en prisión. Y afortunadamente no es así. Pero nos falta voluntad o quizá interés. Sobran líderes y faltan políticos creadores de felicidad, más duchos en hacer y acordar que en callar o criticar.

Escucho voces incluso que dicen que la ciudadanía no está preparada para asumir según qué responsabilidades, que no es un buen momento, que la mayoría no está suficientemente formada, que no todos los votos deberían valer lo mismo porque el país está lleno de ignorantes y de incultos que ven Gran Hermano y Mujeres, Hombres y viceversa. La pregunta es: ¿cuándo será un buen momento? Cuando haya savia nueva, cuando la educación sea mejor, escucho… ¿Es savia nueva Podemos? ¿Es savia nueva Ciutadans? ¿Es mejor educación la LOMCE? No hay nada nuevo en criticar, destruir, insultar, desprestigiar, pisar y competir; la novedad es compartir, escuchar sin alterarse y con respeto, la novedad es razonar, empatizar y tratar asertivamente con el que piensa diferente.

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