THE OBJECTIVE
Guillermo Garabito

Por los pelos

El bigote de Dalí ha sido padre. Si logran extraerle algo de ADN de un pelo -más que de un hueso-, el padre en caso afirmativo, digo yo, habrá sido el bigote. Y si resulta negativa la prueba habrá resultado otra fantástica campaña de publicidad para volver a dar actualidad a alguien que nunca la perdió. El ADN de Dalí, en honor a Dalí, habrá de ser un jaleo desoxirribonucleico como el que dibujó Chema Nieto ayer. Como el mismo Salvador. Tanto hablar del bigote, de cuidarlo, de promocionarlo, que el bigote ya cansado pudo haberse independizado del pintor, tener vida propia y engendrar hijos. Ser una simbiosis. Aquel bigote aficionado a las moscas limpias, «como vestidas por Balenciaga».

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Por los pelos
El bigote de Dalí ha sido padre. Si logran extraerle algo de ADN de un pelo -más que de un hueso-, el padre en caso afirmativo, digo yo, habrá sido el bigote. Y si resulta negativa la prueba habrá resultado otra fantástica campaña de publicidad para volver a dar actualidad a alguien que nunca la perdió. El ADN de Dalí, en honor a Dalí, habrá de ser un jaleo desoxirribonucleico como el que dibujó Chema Nieto ayer. Como el mismo Salvador. Tanto hablar del bigote, de cuidarlo, de promocionarlo, que el bigote ya cansado pudo haberse independizado del pintor, tener vida propia y engendrar hijos. Ser una simbiosis. Aquel bigote aficionado a las moscas limpias, «como vestidas por Balenciaga».
En realidad escribir de Dalí hoy o de su bigote es una mera excusa para reclamar la vuelta de «A fondo» a TVE y puestos a exhumar que desentierren y le extraigan una muestra de ADN a Soler Serrano para ver si dejó por ahí algún hijo periodístico con raza que pudiera tomarle el testigo. Aquello era televisión. Y aquello eran entrevistados, todo hay que decirlo. A los que nacimos después de la muerte del genio catalán nos resuena su voz en la cabeza gracias a aquella conversación con Joaquín Soler Serrano. Hoy a Dalí lo entrevistaría Bertín Osborne preguntándole por el jamón más que por el camembert teológico o los huevos fritos. Y Dalí habría contestado como Dalí, con alguna cosa de genio. Pero en la España morbosa del aburrimiento crónico del verano, tanta polémica sobre el extravagante pintor no habrá servido para que nadie se proponga conocer su obra con más detalle o a leer cualquiera de sus libros. Todo queda en el bigote.
Mientras devuelven a Dalí al descanso eterno uno no puede evitar preguntarse sobre qué ocurrirá si resulta que el padre no es Dalí, ni su bigote. Quizá haya que desenterrar también al hermano muerto en 1901 del que heredó el nombre. Puestos a conseguir algo más de vuelo mediático… Porque la «familia me hizo una cosa muy buena y terrible al mismo tiempo. Me llamó con el mismo nombre que al hermano muerto: Salvador.» Y aquello no le encuentro yo el lado bueno, aquello es una putada no exenta de dudoso gusto. La genialidad es una ruta de caminos inescrutables.
Dalí, genio también del marketing. Porque según presumía con esa «humildad» tan suya tenía «cierto instinto profético». Quién sabe si no será esto su última gran campaña, a falta de barras de pan desmedidas, para volver a darse titulares con sorna.  Al pintor de Figueras todo parecía salirle a partir del bigote, también, quién sabe, una hija pitonisa.
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