THE OBJECTIVE
Laura Fàbregas

¿Por qué cae mal Pablo Motos?

«Pablo Motos es uno de los conductores de televisión más odiados por esa izquierda posmoderna que, con el beneplácito de Chomsky, ahora también podemos llamar izquierda censora»

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¿Por qué cae mal Pablo Motos?

El Hormiguero | Flickr bajo Licencia Creative Commons

Pablo Motos es uno de los conductores de televisión más odiados por esa izquierda posmoderna que, con el beneplácito de Chomsky, ahora también podemos llamar izquierda censora. A Motos le han acusado de machista, de hacer chistes políticamente incorrectos (sobre el acento andaluz) o de ser muy duro entrevistando a Pablo Iglesias.

La verdad es que yo nunca he apreciado un destello de machismo en sus entrevistas. Ni siquiera haciendo un ejercicio de empatía y poniéndome, por ejemplo, en el lugar de la ministra de Igualdad y su hipersensibilidad. Lo mismo con las preguntas incómodas, que han existido cuando el invitado era Iglesias o cuando era Santiago Abascal, a quién le preguntó si también despotricaba de «los chiringuitos» cuando Esperanza Aguirre le colocó en uno de ellos.

Quizás sí que ha caído en ocasiones en el chiste fácil y absurdo en relación a los acentos, pero en un programa diario y que dura tantas horas, ¿qué ser humano no incurriría en una broma mal hecha? Vista la reacción en su contra, hay que defender su derecho a equivocarse o incluso a bromear sobre estos nuevos tabús identitarios, que van desde el acento a la orientación sexual.

De Pablo Motos, me atrevería a decir incluso, que es mucho más coherente con su vida personal y privada que muchos de los cómicos y adalides del progresismo y el bienquedismo. Y no es que crea que se deba unir al artista y su obra, pero no deja de sorprender que algunos de los que más lecciones morales dan sean los que menos prediquen con el ejemplo…

Lo que en realidad molesta de Motos es su desideologización. El valenciano a veces empieza su programa con un monólogo, que apela más al aprendizaje vital que al sermón político por el que se inclinan la mayoría de vedettes del espectáculo. No amoldarse al canon del humor mainstream le ha valido el premio de la revista FHM de peor comediante. Con él, todos se atreven.

Pero, visto lo visto, quizás es más valiente su posición de entretener sin pretensiones que jugar a hacerse el irreverente con algo tan sobado como renegar de la bandera de España, sonarse la nariz con la enseña y acabar pidiendo perdón por ello.

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