THE OBJECTIVE
Roberto Herrscher

¿Por quién suenan las sirenas?

Ochocientos cincuenta y siete edificios quedaron en ruinas, incluyendo la tienda de Ben Evans, que había vendido de todo y para todos por más de medio siglo. La madre de Pete Rose nunca pudo olvidar el sonido espeluznante de las sirenas. Pasaron 75 años y en algún momento a comienzos de este año, las sirenas empezaron a sonar otra vez.

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Ochocientos cincuenta y siete edificios quedaron en ruinas, incluyendo la tienda de Ben Evans, que había vendido de todo y para todos por más de medio siglo.
La madre de Pete Rose nunca pudo olvidar el sonido espeluznante de las sirenas. Pasaron 75 años y en algún momento a comienzos de este año, las sirenas empezaron a sonar otra vez.

El 19 de febrero de 1941 comenzaron a caer las bombas sobre Swansea, una ciudad en el sur de Gales. Los habitantes no esperaban un bombardeo de la Luftwaffe tan al oeste de la isla, tan lejos del Mar del Norte. Pero los nazis sabían que del puerto de Swansea salía la exportación de carbón, una de las pocas que sostenían la economía británica en el peor año de la guerra.

Las bombas cayeron durante tres días, sin parar. El 21 de febrero el cielo se despejó.

Fueron 1.273 bombas explosivas y más de 56.000 incendiarias.

Murieron 230 personas.

Treinta y siete eran niños.

Hubo más de 400 heridos.

Ochocientos cincuenta y siete edificios quedaron en ruinas, incluyendo la tienda de Ben Evans, que había vendido de todo y para todos por más de medio siglo.

La madre de Pete Rose nunca pudo olvidar el sonido espeluznante de las sirenas.

Pasaron 75 años y en algún momento a comienzos de este año, las sirenas empezaron a sonar otra vez.

Cada día, entre las cuatro y media de la madrugada y las seis o siete.

“El sonido fantasmal de una sirena de bombardeo ha estado despertando a la gente en cientos de casas en una ciudad duramente bombardeada por los nazis hace 75 años”, escribe Gemma Mullin en el “Daily Mail”.

En su artículo, Debbie Leyshon, de 46 años, comenta: “Todos lo escuchan entre la madrugada y las primeras horas de la mañana. Suena como las sirenas en las películas de guerra.

El “Boston Newstime” cita a Pete Rose, quien escucha la sirena cada vez que visita la casa de su madre.  

“El sonido la vuelve loca”, declara Pete.

Algunos piensan que es el tren local que pita al entrar a un túnel.  Otros, que es la sirena de una vieja fábrica, que por alguna extraña razón vuelve a sonar. Hasta algunos vecinos afirman que el ruido viene de un pub cercano.

¿Y si fuera otra cosa? ¿Y si Swansea fuera la avanzadilla de la memoria, los primeros en escuchar una sirena interior que nos está recordando que los bombardeados, los masacrados, los muertos de miedo fuimos nosotros y que seguimos siendo nosotros?

George Orwell usó en su crónica “El camino de Wigan Pier” la metáfora del canario en la mina: los mineros llevaban a las profundidades a un pobre canario, porque cuando empezaba a escapar el gas letal, era el primero en sufrir sus consecuencias.

Cuando el canario se mareaba, había que correr: el desastre ya estaba aquí aunque todavía no lo sintiéramos.

En Siria están cayendo hoy las bombas. Al intentar escapar, nuestros hermanos se ahogan en el Mediterráneo. Si sobreviven, se agolpan desesperados en las alambradas de las fronteras. Les pegan y los humillan.

Desde este lado, muchos quieren cerrarles las puertas de Europa.

Y ahora pregunto: ¿Por quién están sonando las sirenas de Swansea?    

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