THE OBJECTIVE
Paco Segarra

Presuntos gilipollas

Hoy tiene uno que ponerle el «presunto» a cualquiera, porque las querellas vuelan y jugarse el tipo tiene su gracia pero no hay que abusar

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Hoy tiene uno que ponerle el «presunto» a cualquiera, porque las querellas vuelan y jugarse el tipo tiene su gracia pero no hay que abusar

O sea, que al parecer hay una presunta jueza argentina que quiere investigar torturas y crímenes del franquismo, entre 1939 y 1973 dice. 

Esta una frase que me ha quedado del tipo Umbral, suponiendo que fuese Umbral, ese personaje de escritor al que Don Camilo –no el de Guareschi, sino CJC– puteaba de manera constante e inmisericorde, suponiendo digo que fuese Umbral el que se inventó lo de empezar frases así con un «o sea». Y, bueno, si no, me lo acabo de inventar yo y ya está. No hay que darle mayor importancia, que tampoco quiero ganar el Pulitzer ni cosas de esas. 

La frase incluye un «presunta». Hoy tiene uno que ponerle el «presunto» a cualquiera, porque las querellas vuelan y jugarse el tipo tiene su gracia pero no hay que abusar. La presunta en cuestión es argentina, un país lleno de psiquiatras y de actores. Luego tienen algún prestidigitador de la palabra, como Borges, que nunca dijo nada pero lo escribió bien; algún pesado del estilo de Cortázar; el genio de Leonardo Castellani –lean ‘Los papeles de Benjamín Benavides’ y lo sabrán todo sobre el Apocalipsis, la Parusía y un poco del fin del mundo–; también presumen allí del lamento del cabrón, el tango, claro; y tienen ahora los argentinos a un Papa que no va al psiquiatra, sino que se confiesa y que, como su Padre fue muerto allá por el año 33 –lo de Jerusalén del año 33 fue un deicidio, ya saben–, pues no tiene necesidad de matar al padre en plan freudiano, como la mayoría de sus compatriotas. De la presunta intuyo, además, que tiene la urgencia de matar a la madre –patria– y de ahí lo de investigar crímenes y torturas por estos lares. No necesitamos a nadie de la Argentina que nos recuerde que no fue por esta triste península el bíblico jardín y que vaga errante por aquí la sombra de Caín desde Santurce a Bilbao y desde Vigo a Huelva, cabo más o golfo menos, que no soy geógrafo. 

El planeta ha conocido a conspicuos criminales desde que se estrenó como planeta. Los cartagineses o los mayas inmolaban niños en los altares de sus dioses –qué práctica tan poco civilizada, oiga usted: no sabían que hay que apiolarlos en el vientre materno, por favor, ojos que no ven y eso–. Y no puedo dejar de mencionar al inventor del genocidio moderno, don Napoleón Buenastardes (eso decíamos en el colegio, cuando en los colegios se estudiaba historia y no el negocio municipal del reciclaje y tal). Pues Napoleón Buenastardes, o sea –ahora sí que es de Umbral–, se ventiló la friolera de 7 millones de europeos, incluyendo millón y medio de franceses, que se reponían en una noche en los burdeles de París, según decía el angelito.

Citar ahora a Stalin y a Hitler queda como poco culto y de mal gusto y ese tipo de cosas. Pero de 1939 a 1973, en esto de crímenes y torturas, el planeta –o Gaia, según otro tipo de gilipollas– se puso como el gallo de la Pasión, frase de don Antonio Jiménez, periodista televisivo jienense de debates políticos, que es un poco amigo mío. Recordar a Harry S. Truman y las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki no es políticamente correcto en el hemisferio yanqui. Tampoco lo es recordar al soviético Alexander Orlov, el jefe de la NKVD en España durante la Guerra Civil, que torturó y mató aquí a placer –entre otros a Andreu Nin, líder del POUM trotskista y a mi abuelo– y luego llevó una vida plácida en los USA con otro nombre y protegido por el gobierno useño, como dice el señor Moa. En 1945, todos los de las SS que poblaban la Europa del Este fueron reclutados en masa por Donovan, de la OSS, antecesora de la CIA, y así la OSS tuvo su red de espionaje antisoviética muy bien apañadita. Aquí también tuvimos a Enrique Líster, un buen asesino, que pretendía destruir Barcelona como cuentan ahora en el diario del conde –¿será independentista el señor conde?– y dicen que lo impidió un comunista que quieren que sea nacionalista, menudo pedazo de oxímoron, o sea –también de Umbral–. 

En fin, miren, a mí la presunta jueza argentina –¿será otro oxímoron? No lo sé, no lo sé– como que me la trae al pairo. Y lo del independentismo un poco también, porque viene a ser, en frase feliz de mi admirado Ignacio Peyró, que un danés no se levanta por las mañanas reivindicando que es danés. Y los suizos tampoco, bastante tienen con guardar la pasta de presuntos criminales y de presuntos corruptos de todos los países, incluyendo a los de la República Argentina y a los de la presunta República de Catalunia. Con «i» latina, una «i» mucho más mediterránea ¡dónde va a parar!, o sea.

Y lo dejo ya, señoras y señores, que tengo que ir de cena.

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