THE OBJECTIVE
Andrea Mármol

PSC, centro gravitacional

«Dónde habría quedado el ‘procés’ sin el aliento del PSC es algo que jamás sabremos, pero sí podemos afirmar, guste o no, que sin ellos durante el golpe de Estado en Cataluña, la razón, la democracia y la ley no habrían tenido la victoria moral de entonces»

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PSC, centro gravitacional

Hace tres años y medio España atravesaba una situación política que guarda similitudes con la actual: una repetición electoral que arrojaba un difícil escenario de gobernabilidad con el PSOE como actor protagonista. Entonces como ahora, el futuro del país aguardaba a Ferraz con la vista puesta en unos terceros comicios, un fantasma al que, por cierto, igual dejamos de temer el día que le miremos a la cara.

En verano de 2016, Twitter y los columnistas nos lanzamos a pedirle al PSOE que se abstuviera para permitir un gobierno del PP, que llegó con Cs a un pacto de investidura. Yo lo hice aquí y lo recuerdo porque nuestros amigos socialistas nos reprochaban al resto que aspirásemos a la ascendencia sobre un partido al que jamás votaríamos. Porque teníamos razón nosotros el PSOE se acabó absteniendo y porque tenían razón ellos el PSOE tardó menos de un año en retractarse de aquello eligiendo de nuevo a Pedro Sánchez como secretario general. Aquella decisión constituyó una suerte de reválida simbólica: ahora el PSOE atendería las demandas de los suyos y de nadie más. 

No es una novedad que las opiniones públicas traten de inclinar a los actores políticos exactamente hacia el lugar contrario donde quieren sus votantes. Sucedía hace poco con el PP y también con Cs. El mensaje viene a ser “tenéis que pareceros un poco más a los partidos que voto para convertiros en un partido al que tampoco votaré”. El problema es que hay partidos que actúan como centro gravitacional. Decía antes que el PSOE se abstuvo en 2016, salvo la excepción catalana, la realmente existente: el PSC ordenó a sus diputados en el Congreso votar ‘no’ al PP, movimiento seguramente aceptado a gusto por el resto de sus compañeros de filas, que aceptaron también, por cierto, que el único senador del PSC José Montilla tampoco votara la aplicación del 155.

El PSC ha concluido este fin de semana un congreso y toda España estaba pendiente del resultado del mismo. La actualidad, claro, lo requiere: el partido capitaneado por Miquel Iceta es el principal muñidor de las negociaciones con ERC y el gran interesado en que lleguen a buen puerto. Pero más allá de eso, ocurre con el PSC que cada vez que se decide por ocupar un lugar en el espectro ideológica, inclina el devenir de los acontecimientos en la política española. Ayudó a los nacionalistas a forjar su consenso volviéndose más catalanista que sus votantes; más tarde quiso competir con ellos apuntándose a causas como el Estatut, renunciando a liderar una contestación moderna al separatismo y hasta no hace mucho secundó con Convergència la autodeterminación. Dónde habría quedado el ‘procés’ sin el aliento del PSC es algo que jamás sabremos, pero sí podemos afirmar, guste o no, que sin ellos durante el golpe de Estado en Cataluña, la razón, la democracia y la ley no habrían tenido la victoria moral de entonces. 

Por lo tanto, sí: hay motivos para intentar enderezar a un PSC al que nunca se votará porque hay motivos para lamentar que quiera parecerse a ERC y se dedique a alimentar debates identitarios como la búsqueda de las naciones en lugar de defender la ley que protege a los catalanes vulnerables, expuestos a la arbitrariedad nacionalista. Porque las cosas en España van peor –como creo que trató de explicar Álvarez de Toledo respecto al caso del País Vasco- cuando el PSC legitima al nacionalismo que cuando lo combate, por mucho más doloroso que pueda parecernos el golpe de Estado de 2017 que el día de hoy. Es una petición ingenua, pero el socialismo catalán debería estar enfrente de los enemigos de la Constitución sin rodeos. Y electoralmente, ya veremos.

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