THE OBJECTIVE
Víctor de la Serna

Pues mira que estos suizos...

Uno se imagina las reacciones de indignación, de incomprensión, en nuestra izquierda ante una sociedad tan poco… social como la suiza. Pues habrá que explicar: no, no son masoquistas. Están mejor educados que nosotros y ceden menos a la demagogia.

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Pues mira que estos suizos…

Uno se imagina las reacciones de indignación, de incomprensión, en nuestra izquierda ante una sociedad tan poco… social como la suiza. Pues habrá que explicar: no, no son masoquistas. Están mejor educados que nosotros y ceden menos a la demagogia.

Las juventudes socialistas suizas van de triunfo en triunfo hacia el descalabro final. En noviembre promovieron un referéndum nacional –por el derecho de iniciativa, tan importante allí, que permite modificar la Constitución– para limitar las retribuciones más altas en las empresas, y lo perdieron. Este domingo tenían una nueva cita tras lograr las firmas necesarias para un nuevo referéndum, esta vez estableciendo –en un país donde no existe retribución mínima legal– un salario mínimo de nada menos que 4.000 francos (3.300 euros) al mes, y nuevo revolcón: sólo un 23% de la ciudadanía votó a favor.

Uno se imagina las reacciones de indignación, de incomprensión, en nuestra izquierda ante una sociedad tan poco… social como la suiza. Pues habrá que explicar: no, no son masoquistas. Están mejor educados que nosotros y ceden menos a la demagogia. Saben que en un mundo y una economía abiertos limitar por ley la retribución implicaría un éxodo de muchos de los mejores; saben que en una economía de servicios, un salario mínimo de esas proporciones provocaría quiebras, cierres y paro en muchos sectores básicos, de la hostelería a la limpieza.

Tras los oropeles, Suiza tiene sus problemas socioeconómicos, claro: la crisis europea también la ha golpeado. El nivel de propiedad de la vivienda propia es muy bajo (aunque en parte por el buen mercado de alquiler), las modestas pensiones públicas obligan a complementarlas con planes privados para asegurarse una mejor jubilación, y tantas otras insuficiencias. Pero los suizos son gente con la cabeza sobre los hombros, generalmente sencillos y sin pretensiones, trabajadores, bien formados y nunca amigos de soluciones fáciles, porque son siglos de salir adelante sin ninguna riqueza natural. Deben arreglar cosas, como los excesos de una banca enriquecida con fondos robados por todos los dictadores del mundo. Pero están en ello, y lo harán sin escapismos demagógicos.

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