THE OBJECTIVE
Octavio Cortés

Purgas norcoreanas

Llama la atención la naturalidad con la que Kim Jong Un, gordito tiránico, purga a sus colaboradores. De diez en diez, de cien en cien. ¿Conspiran todos ellos? Seguramente no, pero al negar estar conspirando responden exactamente como lo haría un verdadero conspirador, y entramos de lleno en los laberintos de paranoia a lo Edgar Hoover.

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Purgas norcoreanas

Llama la atención la naturalidad con la que Kim Jong Un, gordito tiránico, purga a sus colaboradores. De diez en diez, de cien en cien. ¿Conspiran todos ellos? Seguramente no, pero al negar estar conspirando responden exactamente como lo haría un verdadero conspirador, y entramos de lleno en los laberintos de paranoia a lo Edgar Hoover.

Llama la atención la naturalidad con la que Mariano Rajoy, interino monclovita, no purga a nadie por más que las riadas de corrupción rompan todas las represas. Habría que refundar el PP, opinan algunos; más bien habría que enfundarlo en un traje de cemento y tirarlo al río. Cuatro años de mayoría absoluta ha tenido para desfacer los entuertos del zapaterismo (memoria histórica, ideología de género, aborto como derecho, secesionismo impune, etc.) y se ha dedicado a fumarse un puro tras otro.

En España no queda derecha con fuerza parlamentaria. El partido de doña Celia Villalobos (muslos bocineros, chabacanería sin orillas) no puede ser considerado de derechas: es simple socialdemocracia aburrida y ramplona. Nada hay que purgar allí, no es posible aplicar la medicina norcoreana. No hay muebles que salvar.

Uno siente en estos días envidia de los EEUU donde, aunque sea en manos de pájaros como Trump o Sanders, las cuestiones centrales regresan una y otra vez al debate sin aliños preventivos. Uno siente cierta envidia de los granjeros de Oregón que se enfrentan a tiros al gobierno federal, cabalgando la segunda enmienda y tocando la armónica. Aquí no tenemos un espacio semejante, desde el que enviarlo todo a tomar por saco, y entregarnos a una apacible vida ácrata y reaccionaria. Aquí nos queda el entretenimiento de mirar de vez en cuando hacia Corea del Norte, donde al menos el despotismo no disimula.

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