THE OBJECTIVE
Valentí Puig

Putin detiene el AVE

Indicios de conexión entre la CUP y la Rusia de Putin o sobre todo una implicación rusa en las tramas digitales del secesionismo catalán dan la medida de una toxicidad viral de conflicto programado que contrasta con el arcaísmo de un Puigdemont que, al modo de un conspirador decimonónico, busca refugio en feudos flamencos mientras en Cataluña el artículo 155 rehace de pies a cabeza la constitucionalidad.

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Putin detiene el AVE

Reuters

Indicios de conexión entre la CUP y la Rusia de Putin o sobre todo una implicación rusa en las tramas digitales del secesionismo catalán dan la medida de una toxicidad viral de conflicto programado que contrasta con el arcaísmo de un Puigdemont que, al modo de un conspirador decimonónico, busca refugio en feudos flamencos mientras en Cataluña el artículo 155 rehace de pies a cabeza la constitucionalidad. Para Cataluña el desprestigio es inconmensurable y se aceleró abruptamente el pasado miércoles cuando los grupos de choque antisistema pretendieron marcar las fronteras de la república catalana cortando el paso del AVE en Barcelona y Girona, además de colapsar los accesos con retenciones kilométricas de tráfico. Fue otro día negro para la Cataluña confiada en el imperio de la ley.

Si se confirma la compenetración entre las acciones antisistema y los intereses geoestratégicos de la Rusia de Putin quedaría corroborado una vez más el intento de desestabilizar la Unión Europea en provecho de ese sistema iliberal y depredador, presuntamente democrático pero en realidad controlado por la sinarquía del KGB. No es casual que, en el momento en que la Unión Europea se une ante la intensidad de la amenaza que es Putin, en Bruselas Carles Puigdemont solo tenga el apoyo de la extrema derecha europea, no en vano asistida por los recursos informáticos rusos y con financiación en el caso del partido de Marine Le Pen, entre otros. Para la CUP –de extrema izquierda- también hay soporte informático ruso vía redes chavistas, en la línea de lo que fue –según investiga el Capitolio- la ciber-intromisión contra la candidata Hillary Clinton o los apoyos directos o indirectos al partido eurófobo de Farage para impulsar la aprobación del Brexit.

Putin anda tramando una desestabilización de Occidente, con una participación en la guerra de Siria que ha impulsado olas migratorias en un momento de crisis europea y con un grado de influencia en Oriente Medio equiparable al que tuvo la Unión Soviética. En el fondo, el brujo maléfico del KGB está reescribiendo una doctrina de expansionismo ruso para el siglo XXI, a semejanza de la doctrina Breznev en el pasado. ¿Perderá fuelle esta operación a causa de un posible debilitamiento económico de Rusia, debido de modo heterogéneo a causas como los bajos precios del petróleo o el incremento brutal del gasto militar?

Si desde los despachos del Kremlin puede detenerse el AVE, se refuerza la tesis de que el riesgo geoestratégico para Occidente es Putin antes que Corea del Norte. Un flanco abierto es el de la ciber-seguridad y otro es la distancia que la Casa Blanca de Trump ha ido marcando con el sistema que fue garantizando a la OTAN como eje de seguridad transatlántica en paralelo con las dinámicas de integración europea. Con China reforzando su potencial, la Unión Europea de cada vez está más sola. ¿Es eso una oportunidad de futuro o un desastre? En todo caso, una Ucrania proeuropea y plenamente democrática es un empeño en el que Bruselas no debiera escatimar presión económica y diplomacia resolutiva para marcar territorio frente al Putin expansionista. Como pretendió la Unión Soviética, Putin se propone “finlandizar” la UE, es decir neutralizarla y reducirla a una acción bajo control remoto. Entre otras cosas, así es como Putin contribuye a obstruir el AVE.

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