THE OBJECTIVE
Jesús Nieto

Que viva el 8-M, dice Pdro

Sánchez se salva a sí mismo, a las mentiras de Marlaska y a su ‘enmierdamiento’ de la Guardia Civil, envuelto en el feminismo

Opinión
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Que viva el 8-M, dice Pdro

Marlaska era -y es- indefendible, que no indefenso, cuando los años duros en Bilbao. Al entonces prometedor jurista se le incrustó la idea de que la libertad pasaba por ir al Casco Viejo a su aire, pese a las recomendaciones de sus escoltas, alguno de ellos muy cercano al abajofirmante. Era otro Marlaska, claro, con el flequillo más enhiesto, más fornido… más decente, en suma.

Lo del miércoles pasado en el Congreso fue el descrédito total de un hombre, un juez, un probo funcionario al grito de «Viva el 8-M». Porque eso y no otra cosa se escuchó en el hueco gutural de Sánchez y en ese grito va la condena de todo un tiempo y de todo un país.

Esto de que el 8-M iba a serlo por decreto y contra la OMS se sabía, y ahí están las cifras de la epidemiología y del sentido común para demostrarlo. En la Cabalgata de las Botis -donde se volvió a la tangana, yo estuve allí de reportero canalla- el Gobierno feliz y coaligado se rompía en dos feminismos: el de Calvo y el de Montero, ambos excluyentes de por sí y entre sí. Y se celebró, y se contagió medio Gobierno y accesorios.

Pedro Sánchez grita «Viva el 8-M» como haciendo una apología de la infección y Lastra aplaude con mucho temblor de muslo y de convicciones maniqueas. Había que haberlo visto al presidente, más bonito que un San Luis, con las canas teñidas y una voz como salida de un sótano más negro que su reputación, que ya es decir.

En el grito ‘feminoivanredondista’ del presidente, España ha dado el último paso para despeñarse por el barranco de la infamia. Si la palabra de Sánchez vale poco de por sí, imagínese una proclama en ese Diario de Sesiones que Meritxell, la Meritxell del tito Santi González, emborrona entre rizos.

Sánchez se salva a sí mismo, a las mentiras de Marlaska y a su ‘enmierdamiento’ de la Guardia Civil, envuelto en el feminismo. Los muertos tienen la suerte de poner el grito en el cielo pandémico y celeste.

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