THE OBJECTIVE
Cesar Cidraque Llovet

Quiero ser famoso

Otro día estaba sentado en la calle cerca de un grupo de adolescentes. No creo que llegasen a los 15 años. Se partían todos de risa aplaudiendo a uno de ellos, que explicaba cómo había cortado en tres ocasiones con su pareja.

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Quiero ser famoso

Otro día estaba sentado en la calle cerca de un grupo de adolescentes. No creo que llegasen a los 15 años. Se partían todos de risa aplaudiendo a uno de ellos, que explicaba cómo había cortado en tres ocasiones con su pareja.

Hace un tiempo hablaba con un chico de 17 años. Llevábamos un rato charlando y le pregunté qué quería hacer en su vida. Qué camino seguía. Respondió: «yo lo que quiero es ser famoso. Tener éxito. Quiero ganar mucho dinero, salir por la tele y que me pidan autógrafos».

Otro día estaba sentado en la calle cerca de un grupo de adolescentes. No creo que llegasen a los 15 años. Se partían todos de risa aplaudiendo a uno de ellos, que explicaba cómo había cortado en tres ocasiones con su pareja. «¡Y en las dos últimas ocasiones quedó destrozada!», decía con orgullo.

A principios del siglo pasado Sigmund Freud describió cómo los principios individuales pueden difuminarse e incluso perderse consciente o inconscientemente ante una determinada presión social, sea directa o indirecta. Surge el proceso de imitación y proyección psicológica por el cual el individuo adopta elementos y actitudes características de líderes, mediáticos o no, o se deja llevar por los movimientos elementales y primarios del funcionamiento en masa. Quizá no sea una masa que comparta un mismo espacio físico, como antaño, pero sí que comparte unos estímulos similares y está interconectada. Los líderes mediáticos, sean personas, marcas u modelos, ejercen en nosotros una influencia casi hipnótica que pone a prueba continuamente nuestro sistema de valores y principios individuales. Y la repetición es tan enorme, la sobreinformación y sobreestimulación es tal que la tendencia lógica es entrar en un estado de confusión en el que uno cree que es de una forma aunque a menudo actúe de otra.

Haga una simple prueba. Busque un cartel en la calle que contenga una información. Pase corriendo a su lado e intente leer lo que pone sin detenerse ni cambiar de rumbo. Ahora vuelva atrás e inténtelo de nuevo, esta vez caminando tranquilamente. ¿Aprecia la diferencia? Lo mismo ocurre en nuestras vidas. Vivimos tan rápido que engullimos los estímulos y actuamos impulsivamente basándonos en nuestros juicios y prejuicios. Sin meditar, sin oxigenar el cerebro, sin concedernos el tiempo necesario. ¿Saben por qué los embarazos duran nueve meses? Porque todo lo bueno, todo lo bello necesita tiempo.

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