THE OBJECTIVE
Juan Manuel Bellver

Yo quiero ser Robert de Niro

«Con todos sus líos personales encima, Robert de Niro todavía tiene tiempo para regodearse en la gastronomía»

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Yo quiero ser Robert de Niro

Josh Jensen | Flickr

Yo, de mayor, quiero ser como Robert de Niro. Esto es: tener éxito mundial trabajando en lo que me gusta, invertir en restaurantes en Manhattan, vivir intensamente, tener divorcios carísimos y, cuando las cosas me vayan mal, que Madrid Fusión me invite a la cena más espectacular de mi vida.

Parece una de esas comedias sentimentales de Nora Ephron o Richard Curtis que triunfaban en los 90: mucho enredo, algo de costumbrismo urbano, una pizca de moralina y desenlace amable. Pero se trata, parafraseando a David Lynch, de una historia verdadera.

La cumbre internacional de gastronomía Madrid Fusión, que se celebra tradicionalmente en invierno, tuvo que aplazar este año su decimonovena edición por culpa del auge de la pandemia[contexto id=»460724″] tras las últimas Navidades. En cuanto las vacunas llegaron y la situación remitió un poco, la organización marcó una nueva fecha en el calendario de IFEMA: los próximos días 31 de mayo, 1 y 2 de junio. Justo después del reaparecido FITUR –que ha sido la primera feria presencial de Europa tras la COVID-19–, un Madrid Fusión primaveral, con todas las precauciones sanitarias, pero también con toda la magia de ver a los mejores chefs del mundo compartir sus secretos encima de un escenario.

Por supuesto, el congreso tiene muchos alicientes, más allá del leitmotiv escogido este año: esa «gastronomía circular» que alude a la creciente implicación del consumidor en el sector. Por el pabellón 14 del reciento ferial capitalino desfilarán figuras de la cocina de vanguardia como Joan Roca, Mauro Colagreco, Davide Caranchini, Flynn McGarry, Ángel León, Joshua Niland o Ricard Camarena, hasta completar un centenar de ponencias, con la novedad de que este curso dichas intervenciones se pueden seguir en streaming desde cualquier parte del mundo. Y hay, además, una cumbre paralela dedicada al mundo del vino, bautizada como MF The Wine Edition, que traerá al Foro a viticultores y sumilleres de renombre internacional para contar sus experiencias con el trago y el bocado, bajo el patrocinio del programa Wines From Spain del ICEX.

Sin embargo, los gestores de la cumbre no las tenían todas consigo a la hora de conseguir un poco de atención mediática, después de 18 ediciones y con la que está cayendo. ¿Qué hacer?

Se pusieron en contacto con la filial española de Leo Burnett, prestigiosa agencia de publicidad estadounidense cuyos éxitos se han sostenido tradicionalmente por una creatividad muy ligada a lo cotidiano, la naturalidad de un mensaje simple y la identificación del consumidor con el producto. O sea, aspiracional pero cercano. Y el equipo que dirige Gastón Guetmonovitch tuvo una feliz revelación: «Vamos a proponer a Robert de Niro, mediante un vídeo difundido en redes sociales, que sea el padrino de Madrid Fusión. A falta de recursos financieros para afrontar su caché de estrella cinematográfica, le propondremos una retribución en especies: el menú degustación más exclusivo jamás soñado, preparado por cinco chefs de fama planetaria: Joan Roca, Mauro Colagreco, José Andrés, Quique Dacosta y Martín Berasategui. Y sólo tendrá 48 horas para responder».

La idea era digna de un guion de Woody Allen –16 nominaciones a los Oscar en dicha categoría–, aunque nadie podía prever el resultado final del envite. ¿Cómo de activo es en redes el protagonista de Toro salvaje (1980)? ¿Podría tentarle la oferta? Aunque De Niro es un foodie reconocido y un hostelero de éxito, como socio –junto a Nobu Matsuhisa y Meir Teper– del Nobu Group (46 restaurantes y 13 hoteles en los cinco continentes), podría perfectamente dar la callada por respuesta.

«Robert, se está cocinando una experiencia», le tentaba Joan Roca desde la cocina de su restaurante en Gerona en el vídeo producido por Attic Films. «Alimentará tu cuerpo y tu alma, no tu cartera», agregaba Colagreco desde el comedor de Mirazur (Menton, Francia). «Serás la única persona en la tierra que habrá probado el sabor del cielo», insistía José Andrés desde su hogar en Washington DC. «Esto es algo que nunca se ha hecho», le recalcaba Quique Dacosta desde Denia. Y el entrañable Berasategui cerraba el clip desde Lasarte (Guipúzcoa) con su coletilla habitual: «Robert, ¡garrote!». «Escuche a su estómago, no a sus contables», concluía la presentación. ¿Quién podría resistirse a tanta zalamería?

El jueves por la tarde, a las 72 horas del órdago mediático, ya estaban los creativos de Leo Burnett pensando en otras figuras de Hollywood (Tom Hanks, Travolta, Banderas…) como alternativas plausibles cuando el actor respondió públicamente por medio de un breve vídeo de 12 segundos en el que anunciaba: «Me apunto, por supuesto que me apunto. ¡Gracias Madrid Fusión! Nos vemos cuando pueda ir para allá». ¡Qué tío más grande!

En realidad, el compromiso adquirido no le obliga a gran cosa. No tiene que asistir a la inminente celebración de Madrid Fusión 2021 y sólo deberá prestar su imagen para promoción. En cuanto a la contraprestación, la organización deberá compaginar las agendas de cinco de los chefs más laureados del orbe y de una superestrella del séptimo arte para organizar, en alguna fecha venidera, esa cena impagable a la que sin duda podrán sacar más réditos –si se ponen de acuerdo– en forma de documental, libro o lo que se tercie que pueda venderse al gran público. Entre tanto, la cumbre culinaria ha logrado un padrino de excepción y una campaña de publicidad internacional a coste bastante reducido.

Para el actor de 77 años, el asunto es casi anecdótico, ya que tiene otros frentes abiertos mucho más preocupantes. No sólo se halla convaleciente en Nueva York de un accidente en el que se ha roto el cuádriceps, mientras rodaba en Pawhuska (Oklahoma) el western Killers of the Flower Moon, en compañía de Leonardo DiCaprio y a las órdenes de su director fetiche Martin Scorsese. Sino que la pandemia ha afectado gravemente a sus inversiones hosteleras y, para colmo, su segundo divorcio, tras años de complicado matrimonio con Grace Hightowerse, va camino de conducirle a la bancarrota.

«Aunque ama su oficio, De Niro no debería verse obligado a su edad a trabajar a este ritmo frenético para complacer las exigencias pecuniarias de la señora Hightower. Podría enfermar mañana y la fiesta se habrá terminado», ha declarado la abogada del actor Caroline Krauss.

Sin pretender caer en el periodismo rosa, conviene señalar que la relación entre el bueno de Robert y su ex ha sido siempre un tanto difícil: se divorciaron ya una vez, se reconciliaron y se volvieron a casar –acuerdo prenupcial incluido–, pero hoy se cruzan acusaciones de violencia doméstica, abuso de alcohol y drogas ante un tribunal neoyorquino. En el trasfondo de la lucha, una mansión valorada en 5,5 millones, una pensión anual de un millón de dólares y, sobre todo, la petición de conservar una participación en los beneficios de las 35 empresas propiedad del actor o bien de llevarse una parte de su fortuna personal, que la esposa despechada estimada en 500 millones.

Con todos esos líos encima, este icono incuestionable de varias generaciones, protagonista de filmes legendarios como Taxi Driver (1976), El Padrino 2 (1974), El cazador (1978), Uno de los nuestros (1990) o Casino (1995), todavía tiene tiempo para regodearse en la gastronomía. Me lo imagino salivando mientras piensa en el menú de Roca, Colagreco y compañía, acaso llamando por teléfono a Harvey Keitel o algún otro colega de Tribeca y diciéndole: «Hey, tío, todo va de pena, pero me han invitado a una velada en Madrid con cinco de los mejores chefs del mundo. En principio, es sólo para mí, pero quizá me dejen llevar a alguien. ¿Te apuntas? Llamaremos a Pacino, a Pesci, a Christopher Walken y al resto de la pandilla. Iremos en jet privado y lo pasaremos bomba. ¡Será como en los viejos tiempos!». No se puede ser más cool

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