THE OBJECTIVE
Gemma Bargues

Quizás lo que sobran son humanos

Viendo las imágenes, creedme que siento vergüenza de la especie humana, incluso de esos pobres niños que observan la escena desde una valla o se suben a lomos de una ballena muerta para celebrarlo. A mí se me revuelve la conciencia, y las tripas también.

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Viendo las imágenes, creedme que siento vergüenza de la especie humana, incluso de esos pobres niños que observan la escena desde una valla o se suben a lomos de una ballena muerta para celebrarlo. A mí se me revuelve la conciencia, y las tripas también.

Aviso que no soy una defensora pasional de los animales; quiero decir, nunca me he colgado la etiqueta de “salvadora de perritos abandonados por el mundo” ni comparto en Facebook fotos de cachorros maltratados y ojitos de pena. Podéis odiarme, por cruel. 

Claro que, viendo el festival sangriento que se acaban de marcar en las Islas Feroe, pequeño archipiélago del Atlántico Norte, ya me quedo mucho más tranquila con mi forma de querer a los animales. El resultado no está mal: 250 ballenas muertas en 24 horas. Y eso que no entrenan a diario, quiero pensar. 

Para quien lo desconozca, es el ‘Grindadráp’ y consiste en teñir las aguas de la bahía de un rojo intenso, cuánto más rojo mejor, para que las imágenes captadas luzcan cada año más lustrosas. Para ello, claro, se pasan el día matando de la manera más atroz a toda ballena o delfín que logren arrastrar hasta la orilla. 

Viendo las imágenes, creedme que siento vergüenza de la especie humana, incluso de esos pobres niños que observan la escena desde una valla o se suben a lomos de una ballena muerta para celebrarlo. A mí se me revuelve la conciencia, y las tripas también.

Pero ni el Gobierno de Dinamarca ni los propios isleños tienen intención de abandonar las armas; se les llena el pecho de orgullo y se divierten. Algunos sostienen que para iniciar la vida adulta, un muchacho debe matar a un delfín o una ballena. Un aplauso, sí señor. 

¿Acaso lo que sobran no son humanos? Se me ocurre que estas personas, las que defienden este tipo de espectáculos sangrientos contra los animales, deberían reencarnarse en ballenas y danzar tan ricamente por los mares daneses, sin saber cuál va a ser su final. Podéis odiarme otra vez, pero yo aquí el ‘ojo por ojo’ lo veo bastante claro, y rojo. 

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