THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

Rabia en Lavapiés

El aparente conflicto social en el que desembocó la muerte de un mantero en Lavapiés la semana pasada no fue más que una construcción artificial para amortizar una rabia acumulada. No es una rabia muy concretada sino difuminada en diversas causas sociales: una característica de muchos movimientos sociales y activistas es su necesidad de activarse de vez en cuando en la calle para legitimarse y autoafirmarse.

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Rabia en Lavapiés

El aparente conflicto social en el que desembocó la muerte de un mantero en Lavapiés la semana pasada no fue más que una construcción artificial para amortizar una rabia acumulada. No es una rabia muy concretada sino difuminada en diversas causas sociales: una característica de muchos movimientos sociales y activistas es su necesidad de activarse de vez en cuando en la calle para legitimarse y autoafirmarse. Si la política se hace en la calle, según estos activistas, es porque solo es una sucesión de actos de visibilización y performances. La correspondencia con la realidad no es necesaria.

Aunque el mantero senegalés no murió perseguido por la policía y sufrió un infarto (tenía antecedentes de problemas cardiovasculares), su muerte se ha politizado y enmarcado en una violencia sistémica, y muchos críticos con la policía comenzaron a hablar de racismo institucional, un término adaptado de los conflictos raciales estadounidenses e introducido aquí con calzador.

La idea de que su muerte no ocurre en un vacío y se explica por su contexto más amplio (de opresiones más sistémicas) ha dado pie a exageraciones que han tenido consecuencias indeseadas: de pronto, la violencia antisistema se ha asociado a un movimiento precario y marginado como el de los manteros. Los deseos de redención de una minoría hipermovilizada que busca la “felicidad política” al romper cajeros y quemar contenedores ha conseguido que la otra minoría precaria a la que dice defender acabe estigmatizada, o al menos que el conflicto parezca mayor del que es. Y al exagerar el problema, lo que se consigue es frivolizarlo. En España no existe el racismo de Estados Unidos, pero hay quienes buscan emular a Black Lives Matter. También consigue activar otras reacciones indeseadas: una derecha populista que vende ley y orden con demagogias sobre violencia en Lavapiés, manteros, okupas y cadena perpetua.

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