THE OBJECTIVE
Javier Quero

Realidad o realeza

Sería cosa mía, pero me pareció que este año había algo más de interés general por escuchar lo que tenía que decir el rey de un país roto, empobrecido, desanimado y expoliado.

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Realidad o realeza

Sería cosa mía, pero me pareció que este año había algo más de interés general por escuchar lo que tenía que decir el rey de un país roto, empobrecido, desanimado y expoliado.

Sería cosa mía, pero me pareció que este año había algo más de interés general por escuchar lo que tenía que decir el rey de un país roto, empobrecido, desanimado y expoliado. Tampoco me engaño en exceso. El comentario más repetido en los hogares que atienden el tradicional discurso suele ser un lacónico «qué mayor está». Una cosa sí quedó clara, y es que el monarca no piensa levantarse del trono más que para ir a la Quirón y regresar cuanto antes. Para Don Juan Carlos el verbo abdicar es un palabro malsonante.

Por lo demás, lo de Mas. Ahí se esperaba la contundencia del Jefe del Estado, pero los circunloquios lo evitaron. Si mi médico, después de explorarme, se limitara a exponerme «asumo que a usted le duele algo» les prometo que no volvería jamás. El rey elabora diagnósticos acertados pero se calla el tratamiento indicado. Es su papel. Asume las exigencias de transparencia, entiende el dolor de las víctimas del terrorismo, se solidariza con los parados, compadece a los que han perdido su casa, simpatiza con los pensionistas y a todos anima asegurándoles con determinación que están de enhorabuena, pues él seguirá siendo su rey. Dado el variopinto criterio de sus súbditos, es mejor así. El Rey ofrece su consuelo al pueblo y éste que se lo reparta como quiera.

Y mientras esto decía Su Majestad, en mensaje enlatado, recibía en su mesa al yerno imputado, que acudió puntual a Zarzuela. No en vano, Urdangarin es como un reloj, porque dándole vueltas a la corona acerca la manilla a los cuartos.

España se ha visto sometida a un tute en el que nos han cantado las cuarenta con el rey de copas. El discurso real fue fantástico. Ahora sólo falta que se ajusten realeza y realidad.

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