THE OBJECTIVE
Amando de Miguel

Rescate inmoral

Desde luego, en mi modestísimo caso particular, mi familia ya sabe que, si me secuestraran, no hay lugar a rescate, y no solo porque no tengo dinero para ello. No creo que los secuestradores aceptaran mi biblioteca en pago por mi libertad. Pero ni siquiera hay que llegar a la negociación.

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Rescate inmoral

Desde luego, en mi modestísimo caso particular, mi familia ya sabe que, si me secuestraran, no hay lugar a rescate, y no solo porque no tengo dinero para ello. No creo que los secuestradores aceptaran mi biblioteca en pago por mi libertad. Pero ni siquiera hay que llegar a la negociación.

En principio, cualquier rescate por un secuestro es algo inmoral. Hay una razón práctica. Cuando los representantes de los secuestrados se avienen a negociar con los terroristas lo que hacen es dar legitimidad a los bandidos. No solo eso, el rescate ayuda a financiar a la banda, fomenta más terrorismo. Comprendo que es muy duro para los familiares, amigos y compatriotas de los secuestrados el consejo de que no deben pagar rescates, ni siquiera negociar con los secuestradores. Pero a veces el cumplimiento de las normas morales supone sacrificios, desgarramientos del alma.

Aun así, comprendo que en la esfera privada se acepte el rescate. Es un caso de defensa propia. Desde luego, en mi modestísimo caso particular, mi familia ya sabe que, si me secuestraran, no hay lugar a rescate, y no solo porque no tengo dinero para ello. No creo que los secuestradores aceptaran mi biblioteca en pago por mi libertad. Pero ni siquiera hay que llegar a la negociación.

Ahora bien, en el caso de que el rescate se haga con dinero del contribuyente, ahí me planto. Ni siquiera cabe la excusa de la defensa propia. El Estado no debe pagar nunca a nadie para rescatar a alguien que haya sido secuestrado. El principio es duro, repito, pero no caben contemplaciones.

Lo anterior se escribe como respuesta a la tesis oficial de que, si un español ha sido secuestrado, no deben hacerse comentarios, se impone la moderación y el silencio. Pues no, señor. Es el momento de recordar el deber moral del Estado, de quien nos exprime con impuestos. No caben negociaciones con los terroristas, y menos a la chita callando. Eso equivale a alimentar el terrorismo. Ya sé que no es la primera vez que el Estado ha perpetrado esa conducta. Es igual, la criticaré lo mismo. El silencio sería cómplice.

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