THE OBJECTIVE
Eugenio Fouz

Romperse los cuernos por una hembra

He oído decir que en momentos de ocio el demonio busca ocupación. También he oído decir que los niños no deberían conocer el aburrimiento. He visto y oído suficientes cosas sobre el tedio y la crueldad en el mundo para saber que cualquier hombre sensato con un mínimo de sensibilidad sería incapaz de contemplar la pelea a muerte de los dos insectos de la imagen sin sentir piedad por ambos. Los escarabajos rinoceronte van a romperse los cuernos (nunca mejor dicho) en una lucha forzada por la supervivencia y el instinto más salvaje de puro deseo animal. El escenario del torneo está manipulado. Los organizadores del evento colocan a un escarabajo hembra en el interior del tronco sobre el que combaten dos gladiadores macho. Fijándonos en la fotografía de Reuters, vemos en medio de los negros adversarios el rostro perplejo de un chaval con gorra de béisbol. La pugna vertical de los rivales ofrece al objetivo de la cámara el bello contraste de la simetría de los cuernos y el armazón azabache de los luchadores coronados por la delicada textura de sendos hilos fucsia.

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Romperse los cuernos por una hembra

He oído decir que en momentos de ocio el demonio busca ocupación. También he oído decir que los niños no deberían conocer el aburrimiento. He visto y oído suficientes cosas sobre el tedio y la crueldad en el mundo para saber que cualquier hombre sensato con un mínimo de sensibilidad sería incapaz de contemplar la pelea a muerte de los dos insectos de la imagen sin sentir piedad por ambos. Los escarabajos rinoceronte van a romperse los cuernos (nunca mejor dicho) en una lucha forzada por la supervivencia y el instinto más salvaje de puro deseo animal. El escenario del torneo está manipulado. Los organizadores del evento colocan a un escarabajo hembra en el interior del tronco sobre el que combaten dos gladiadores macho. Fijándonos en la fotografía de Reuters, vemos en medio de los negros adversarios el rostro perplejo de un chaval con gorra de béisbol. La pugna vertical de los rivales ofrece al objetivo de la cámara el bello contraste de la simetría de los cuernos y el armazón azabache de los luchadores coronados por la delicada textura de sendos hilos fucsia.

Esto sucede lejos de nuestro país. Los espectadores del ritual viven en Tailandia. Muchos de los mirones apuestan su dinero a favor de un escarabajo vencedor. Todo es un juego en el que dos bichos insignificantes valen lo que vale la fuerza de sus cuernos.

Los seres humanos formamos parte del mismo reino que los escarabajos. Ciertos hombres dotados de una conciencia exquisita defienden la dignidad de los animales. Estos hombres, autodenominados animalistas, considerarían el espectáculo tailandés de los escarabajos rinoceronte un acto de crueldad. Ojalá surjan grupos humanistas entre los animales salvajes que aboguen por la vida de los hombres. Esa sí sería una fraternidad universal auténtica.

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