THE OBJECTIVE
Melchor Miralles

Saldos municipales

Sin Navidad en el frente. Se acabaron unas fiestas de elevado y hondo contenido religioso que a la vez navegan entre lo alegre y lo triste, lo auténtico y lo impostado, lo entrañable y lo indiferente. Finalizan dos semanas en los que más de uno rememoramos momentos imborrables que se mezclan con quemaduras de tragedias inesperadas. Timoneamos por ahí adentro gestionando la sonrisa y las lágrimas.

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Saldos municipales

Sin Navidad en el frente. Se acabaron unas fiestas de elevado y hondo contenido religioso que a la vez navegan entre lo alegre y lo triste, lo auténtico y lo impostado, lo entrañable y lo indiferente. Finalizan dos semanas en los que más de uno rememoramos momentos imborrables que se mezclan con quemaduras de tragedias inesperadas. Timoneamos por ahí adentro gestionando la sonrisa y las lágrimas.

Culminan las Navidades, apoteosis de las fiestas infantiles, con la llegada de los Reyes Magos, ilusión a caballo de los sueños, y seguimos siguiendo la estrella que a cada uno nos lleva a lugares diferentes, pero que a los más pequeños les lleva a una felicidad que se merecen.

Este año en Madrid, mi querida Manuela Carmena, alcaldesa apurada, se ha liado y la ha liado con la Cabalgata. Los niños la vivieron en su inocencia feliz, a lomos de la ilusión de lo que está por llegar. Pero muchos adultos lo vivieron al menos con extrañeza la errónea desacralización de la fiesta. Que inmenso error tratar de arrinconar todo en la homogeneidad de la ideología y la creencia de uno mismo. Que tristeza pretender la imposición del pensamiento propio. Que irrespetuoso asaltar y colonizar una tradición que viene de siglos, aunque se trate de una fiesta religiosa que a ellos no les place. Que miseria intelectual revela hacerlo, además, en una demarcación que debiera ser inviolable, que es la de los niños.

Las Reyes Magos son lo que son. Le llevaban oro, incienso y mirra al niño nacido en el portal de Belén. A Jesús. Su puede ser católico, cristiano, ateo, budista, islamista, hinduista. Cada uno tiene derecho a creer o no en lo que considere pertinente. Lo que no debe hacerse es trivializar, menospreciar o mofarse de las creencias ajenas. Y menos aún, desde la gestión de la cosa pública, reescribir los textos sagrados para muchos, aunque para uno no lo sean, aunque representen valores diferentes a los que uno sostiene.

El sectarismo no le da tregua ni a la fantasía. Impregnan de política partidaria hasta los sentimientos, los sueños, la magia de una mentirijilla que sostiene la ilusión de tantos niños y tantos adultos que lo esperan con reverencia. Y lo peor es que jamás se les ocurriría hacer algo equivalente con una fiesta equivalente de cualquier otra religión. Porque lo suyo es unidireccional. Y quieren que el poder político lo controle todo. Y nos imponen hasta unos Reyes Magos que no son los que son. No han podido asaltar el cielo, pero han convertido en títeres, en espantajos, en fantoches, en polichinela, a una figuras reales que merecen un respeto. Y han desechado los villancicos para colocar música de discoteca de tercera, lo cual revela una insolvencia intelectual muy preocupante.

Llegan las rebajas como la de este escaparate de la foto. Los saldos. En el Ayuntamiento de Madrid, como en muchos otros, están de saldo municipal hace tiempo en la consideración, la cortesía y la tolerancia que merecen todos, muy especialmente los que no piensan o creen como uno, y más aún si son mayoría. Mal que les pese. Manuela, con todo el afecto que sabes que te tengo, no peleamos tanto, y tantas veces juntos, para esto. Dedicad vuestro tiempo y nuestro dinero a lo importante, no a las vendettas de mediocres con molinos de viento que no existen.

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