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Nuria Val

¿Sánchez se abre al centro?

«Lejos queda ya el aire que venía a dar la nueva política al viciado sistema bipartidista. También quedaron lejos los cambios que prometían, como acabar con las puertas giratorias y han terminado girando ellos también»

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¿Sánchez se abre al centro?

Brais Lorenzo | EFE

El término “nueva normalidad” no lo ha inventado el Gobierno. El canciller austríaco Sebastián Kurz lo utilizó en plena pandemia para reabrir las primeras tiendas. Más adelante lo acuñó la Organización Mundial de la Salud (OMS) refiriéndose a “new normal” y se exportó al resto de países. De hecho, el término fue analizado en una de las reuniones del presidente chileno, Sebastián Piñera, para llegar a la siguiente conclusión: la vida post-Covid no será la misma.

En el Gobierno de Pedro Sánchez también se habló sobre la utilización de estas palabras. La normalidad, a secas, implica volver hacia atrás; retomar la vida en el punto donde la dejaste antes del confinamiento. Sin embargo, para los socialistas, el adjetivo de “nueva” promete ruptura y cambio. “Un sí por el cambio” fue lema de campaña PSOE. Y cambio es lo que vende Moncloa ante la crisis que se avecina. ¿Pero ha cambiado mucho la situación política a cómo estábamos antes?

Sánchez elige Mauritania como primer destino post-Covid, la víspera de la apertura de las fronteras al turismo. Mientras, Iglesias se ve salpicado por un caso que ocurrió cuando todo el mundo pensaba que estaba regenerando la política. Lejos queda ya el aire que venía a dar la nueva política al viciado sistema bipartidista. También quedaron lejos los cambios que prometían, como acabar con las puertas giratorias y han terminado girando ellos también. Ya teníamos crispación e incertidumbre. El coronavirus[contexto id=»460724″] añade inseguridad y vulnerabilidad. Por lo tanto, lo que viene no puede ser más de lo mismo.

Los análisis del Banco de España muestran la velocidad con la que se deteriora la economía española. La recuperación será muy lenta y con más paro del esperado. El Gobierno estima una crisis simétrica. Sin embargo, hay comunidades, como Navarra o País Vasco, volcadas en la industria y otras como Canarias, centradas en el turismo. ¿Se recuperarán a la vez? La suma explosiva de mayor caída del PIB con el brusco aumento del desempleo nos posiciona en el vagón de cola de Europa, según el FMI. ¿Entonces? Bruselas abre la puerta si el Gobierno introduce el código correcto.

Llama la atención que desde Moncloa quieran pasar la ‘patata caliente’ de la condicionalidad, la letra pequeña del contrato, al Partido Popular. Cuando se presta dinero a alguien, lo normal es que te lo devuelva o, al menos, poder ver el resultado de la inversión. Los países del norte exigen condicionalidad a los fondos que reciba España para vigilar que se inviertan bien y ayuden a frenar la crisis. Los principales partidos europeos asumen que habrá condiciones y lo que se tendrá que negociar será de qué tipo. Sánchez también tendrá que vigilar dónde emplea la Generalitat los fondos de reconstrucción, tras concederle la gestión íntegra a cambio de una prórroga del estado de alarma.

El doble discurso del Gobierno

El Ejecutivo culpa a Casado: “Le pediría que se sumase al Gobierno y pida en Europa que no haya condicionalidad”, dijo el pasado viernes la ministra portavoz, María Jesús Montero. No sé si queriendo tratar a los ciudadanos como ingenuos o ignorantes. Sin embargo, la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, ya habla con total normalidad de los futuros condicionantes con sus colegas en Bruselas. ¡Ay, el doble discurso del Gobierno! Si “nueva normalidad” implica vender cambio, la nueva política tiene que vender pedagogía sin ideología.

La era post-Covid conduce a nuevos liderazgos basados en los datos. La canciller Angela Merkel explicó la relación matemática del contagio transmitiendo seguridad a la mayoría de la población, con la tranquilidad que le da ser física, graduada con un sobresaliente en un doctorado sobre Química cuántica en 1986.

En tiempos convulsos, la unión hace la fuerza y un buen líder también es aquel que busca el consenso. Altura de miras, lo llaman. Pero el Gobierno se resiste a llamar a Casado. “No se trata de si se descuelga el teléfono o no”, señalan estos días en Moncloa y añaden que “depende de la reflexión que haga el PP”. Sánchez no habla con Casado desde hace dos meses, a la vez que le acusa de querer “derrocar” el Gobierno. Sin embargo y en medio de este clima hostil, voces de ambos partidos no rechazan, en privado, “llegar al buen entendimiento para hablar con franqueza”.

Un buen líder es el que habla con la oposición, pero también es el que avanza al resto lo que va a hacer. En Génova lamentan que el presidente no comparta los planes que llevará a Bruselas. La presentación de una estrategia conjunta en sus respectivos grupos ganaría fuerza de cara a una negociación posterior.

La mayoría de los economistas señalan que Bruselas impondrá condiciones duras a cambio de las reformas que necesita el país. Algunas, incluso, podrían remover los cimientos del acuerdo de Gobierno de coalición. Será la prueba de fuego para Unidas Podemos y también lo será para Sánchez cuando tire de geometría variable, para intentar cuadrar unos Presupuestos que le sigan insuflando vida. Con los independentistas reclamando la mesa de diálogo mientras agitan el fantasma de otro referéndum y el PNV subiendo en votos a costa del poco entendimiento entre PP y PSE.

El viejo PSOE sigue aconsejando a Sánchez “abrirse al centro” y ve un atisbo de ello al excluir el impuesto a los ricos de Iglesias de las conclusiones de la comisión de reconstrucción para incluir al PP o en los acuerdos alcanzados con Cs. ¿Se está abriendo Sánchez al centro? ¿Será la nueva política que nos espera?

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