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Pau Luque

Santo Tomás y la infidelidad en la era de Tinder

Un Santo Tomás – ¿infielmente? – imbuido de liberalismo moral y desdoblado en varios personajes razona como sigue

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Santo Tomás y la infidelidad en la era de Tinder

Se trata de una situación que ocurre con cierta frecuencia en nuestros días. Antonia tiene un perfil en Tinder o en alguna aplicación semejante y le aparece el perfil de Benito, amigo suyo, del cual sabe que está en una relación monógama con Claudia, que es también amiga suya. Benito, en la aplicación, no usa su nombre real, y en la foto de su perfil se peina hacia el otro lado, se deja barba e incorpora a su rostro unas gafas redondas. Pero no hay duda: es él.

¿Qué debo hacer?, se pregunta Antonia. ¿Debo hacerle saber a Claudia de la infidelidad – o de la búsqueda de la misma – de su novio? Criatura racional, nostálgica y excéntrica, Antonia se imagina una extensión de la Summa theologiae de Santo Tomás de Aquino para descubrir qué respuesta debería dar a la más impertinente, según Pessoa, de las preguntas: ¿cuál es mi deber moral? Así, un Santo Tomás – ¿infielmente? – imbuido de liberalismo moral y desdoblado en varios personajes razona como sigue.

Santo: Delatar al adúltero ante su novia es erróneo porque equivale a intervenir en un ámbito moral que va más allá de la esfera privada de uno para condenar al adúltero. Sería análogo a condenar en público las relaciones gays. Porque en ambos casos se estaría violando la autonomía individual y, también en ambos casos, se buscaría que los individuos dejen de llevar a cabo los comportamientos que uno considera públicamente inmorales: las relaciones gays y las relaciones adúlteras.

Objeción: Pero hay una diferencia: las relaciones gays no son inmorales; el adulterio, sí.

Respuesta: Petitio principii. ¿Cómo sabemos que el adulterio es inmoral y las relaciones gays no?

Objeción: Las relaciones gays no dañan a nadie; el adulterio, sí.

Respuesta: Petitio principii, nuevamente. ¿Quién decide qué es el daño?

Objeción: El daño en el caso del adulterio proviene del hecho de que se está violando un acuerdo mutuo. En caso de las relaciones gays no se está violando ningún acuerdo.

Respuesta: Interesante. Sin embargo, cuando uno decide terminar una relación también está violando un acuerdo mutuo (“siempre te amaré y siempre estaremos juntos”) y haciendo daño. Y eso no parece razón suficiente para no respetar la autonomía de quien decide terminar la relación.

Objeción: No es lo mismo. En el caso de las relaciones está implícito que, cuando uno no está a gusto con la otra persona, o cuando ya no está enamorado de ella, o una combinación de ambas, tiene autonomía para romper la relación.

Respuesta: Pero se hace daño al otro.

Objeción: Sí, pero como dice Julian Barnes, un escritor que nacerá dentro de más de setecientos años, toda historia de amor es una futura historia de aflicción. Que tu pareja te abandone es un daño que se asume implícitamente en una relación de pareja. No hacerlo sería ingenuo.

Respuesta: Pues yo soy Santo y no puedo hablar por mi propia experiencia, pero tengo entendido que, bajo tu definición de ingenuidad, hay muchísima gente ingenua. Por lo demás, ¿no suena igualmente razonable pensar que es ingenuo asumir que tu pareja no será nunca adúltera?

Objeción: Quizá sí, pero no forma parte de lo que implícitamente uno asume cuando está en pareja.

Respuesta: ¿Quién decide qué daños se asumen implícitamente en una relación y cuáles no?

Objeción: Son convenciones sociales, no las decide nadie en concreto. Uno sabe implícitamente que cuando su pareja le dice “siempre te amaré y siempre estaremos juntos” es posible que termine vulnerando esa promesa.

Respuesta: Yo, te repito, soy Santo, y hablo un poco de oídas, ¿pero no crees que cuando tu pareja te dice “siempre te seré fiel” no es igualmente posible que termine vulnerando esa promesa y, por ende, el acuerdo de fidelidad?

Objeción: Para ser Santo, ¡conoces muy bien los vicios de las personas!

Respuesta: A efectos estrictamente sociológicos, una vez mundaneé y me hice un perfil falso en Tinder. Pero, ¿dónde nos habíamos quedado? Se me fue el Santo al cielo.

Objeción: De si el engaño que comporta el adulterio es daño suficiente como para vulnerar la autonomía individual del adúltero contándoselo a su novia.

Respuesta: ¡Ah, sí! Insisto: si estuvieras dispuesto a intervenir en caso de adulterio también deberías estar dispuesto a intervenir cuando el novio deja a la novia – o viceversa – porque está vulnerando el acuerdo que había contraído. He aquí la analogía.

Objeción: En algunos casos, estaría dispuesto a hacerlo.

Respuesta: Quizá sonará un poco extraño viniendo de un Santo, pero a veces pienso que eres un absolutista moral.

Objeción: No tiene nada que ver con el absolutismo. Tal vez es paternalismo. Aunque creo que es algo más sencillo: las personas a veces se equivocan cuando rompen una relación.

Respuesta: No lo dudo. ¿Pero no crees que las personas tienen derecho a cometer errores como una parte fundamental de su ejercicio de la autonomía individual?

Objeción: Creo que tenemos derecho a que nuestros amigos nos adviertan de que estamos por cometer, o que ya hemos cometido, un error. A veces sólo un amigo te puede mostrar el ángulo clave de un asunto que nosotros, en nuestra obcecación, no habíamos visto.

Respuesta: No sé muy bien qué quiere decir, pero esa frase me gusta. Me la pondré, con tu permiso, como lema de mi perfil falso de Tinder.

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