THE OBJECTIVE
Aurora Nacarino-Brabo

Snapchat

Era el día de la Magdalena de 1490 cuando el muchacho llegó a Milán. Era espigado y vivaz, como los tallos de trigo en la primavera, cuando tienen prisa por crecer. Los ojos parecían dos montañas romas y ocres, y el pelo rojo se enroscaba con tesón, como se enroscan los espaguetis en el fondo de un plato, alrededor de un tenedor. La tez, clara.

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Era el día de la Magdalena de 1490 cuando el muchacho llegó a Milán. Era espigado y vivaz, como los tallos de trigo en la primavera, cuando tienen prisa por crecer. Los ojos parecían dos montañas romas y ocres, y el pelo rojo se enroscaba con tesón, como se enroscan los espaguetis en el fondo de un plato, alrededor de un tenedor. La tez, clara.

Entró en la casa y dijo que se llamaba Gian Giacomo. Tenía diez años. Desde aquella tarde sería el nuevo aprendiz. Al poco de eso robó al maestro el dinero que le había dado para comprar ropa y también birló una buena pieza de cuero turco, de la que su tutor pensaba hacer unas botas. Lo gastó todo en chucherías. Una perla. Mentía mucho y de buen grado, gustaba de comer como Heliogábalo y era terco como una mula.

El maestro le dijo: “Hijo, eres un pequeño demonio”, y le llamó Salai, como aquel diablo de la epopeya de Luigi Pulci. El chico trabajaba poco y zascandileaba mucho, pero el tutor no lo mandó a paseo. Salai se quedó. Se quedó 25 años. Era el preferido, el que fue colmado de regalos. Luego creció como un hombre guapo de músculos templados. Fue siempre el modelo predilecto del artista y también el más amado.

A su muerte, el maestro legó a Salai un herencia generosa entre la que sobresalía una gran obra. Era el retrato de una mujer, dicen que de Lisa Gherardini. Tenía los ojos como dos montañas romas y ocres, y el pelo rojo se enroscaba con tesón, como se enroscan los espaguetis en el fondo de un plato, alrededor de un tenedor. La tez, clara. ¿Sonríe la Gioconda o sonríe Salai? Los dos lo hacen, fundidos, desde el lienzo ya inmortal. Así que apunten en la lista de Leonardo otro genial invento, uno más: el flamante Snapchat.

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