THE OBJECTIVE
Francisco Pou

Sobre la muerte, en blanco y negro

Nuestro hijo mayor, Gonzalo, vivió unos pocos días. Días plenos, porque fueron ‘toda’ su vida. Días de dolor, con esa parte dolorosa de misterio en las razones y de plenitud por su destino.

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Sobre la muerte, en blanco y negro

Nuestro hijo mayor, Gonzalo, vivió unos pocos días. Días plenos, porque fueron ‘toda’ su vida. Días de dolor, con esa parte dolorosa de misterio en las razones y de plenitud por su destino.

Nuestro hijo mayor, Gonzalo, vivió unos pocos días. Días plenos, porque fueron ‘toda’ su vida. Días de dolor, con esa parte dolorosa de misterio en las razones y de plenitud por su destino. He conocido familias con ese dolor del sufrimiento de un pequeño. Les aseguro que siempre, siempre, he visto respeto por una vida que no puede transaccionarse en una balanza de dolor. La propiedad es de Otro. La humanidad, un misterio, pero con conciencia.

Esta semana hemos visto la atrocidad en Bélgica. Un Parlamento que, para evitar sufrimientos «insoportables» al niño, legaliza que matemos al niño. Con la «autorización» de sus padres y la «evaluación psicológica» del menor. Gran paso de la medicina; si no podemos curar la enfermedad, matemos al paciente. Si el dolor es «insoportable», decidamos la muerte. Decidamos también qué es dolor, y qué es «insoportable». Decidámoslo todo en ese «Parlamento» que administra ya la vida y la muerte y las «nuevas» atribuciones de la paternidad.

De hecho, podría el legislador belga utilizar el cuerpo (perdón por la palabra) de ley sobre el aborto para extenderlo a toda la infancia del hombre, es cuestión de alterar meses en la casilla y dosis en el vial.

La fotografía de George Rodger, fundador de la Agencia Magnum «Cuerpos de Judíos exterminados en masa», en 1945, dio la vuelta al mundo levantando un clamor de justicia. Rodger nunca se repuso del impacto de la visión. La foto de TheObjective no muestra cuerpos mutilados en masa. Son legisladores con corbata o medias y ‘stiletto’. No sabremos mucho sobre los verdugos profesionales que con esta ley entrarán en nómina de hospitales. No veremos los cuerpos. Sólo el cuerpo de esta «ley» inhumana, intentando borrar de las conciencias el quejido que sólo puede emitir quien vive. «Así es como termina el mundo (escribía Thomas Elliot), no como una explosión, sino como un lamento». Espero que no sea el fin de un mundo, sino de una cultura asesina, que murió ya en 1945 también con un lamento, el que recogía la foto de cuerpos de George Rodger. Poder de la prensa, el del lamento.

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