THE OBJECTIVE
Teresa Viejo

Solanera mortal

La verdadera diferencia entre pobres y burgueses reside, además de en la mera existencia, en sus muertes; la parca será democrática con el género humano, pero no todos morimos igual. En países pauperizados el fallecimiento de un familiar deviene en un fastidio que no puede ni llorarse porque el duelo cuesta dinero.

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La verdadera diferencia entre pobres y burgueses reside, además de en la mera existencia, en sus muertes; la parca será democrática con el género humano, pero no todos morimos igual. En países pauperizados el fallecimiento de un familiar deviene en un fastidio que no puede ni llorarse porque el duelo cuesta dinero.

Si no se estuviera derramando el infierno sobre el asfalto la noticia nos resultaría lejana pero la ola de calor nos obliga, además de a meternos en remojo, a practicar la empatía. Ese erial de la foto donde no crecen más que los rastrojos augura ser criminal. Pakistán sobrevive a una solanera que agosta a los viejos sin una mala sombra donde cobijarse, con aguas que yo no me atrevería a beber saliendo de grifos infectos y, de existir, usando frigoríficos del neolítico doméstico; aquí, en cambio, ponemos en marcha el aire acondicionado o el ventilador (hasta que se generalice la nueva tarifa eléctrica y ahí sudaremos la gota gorda para entenderla), llenamos la nevera de helados y nos tumbamos en la hamaca del porche o la terraza. La verdadera diferencia entre pobres y burgueses reside, además de en la mera existencia, en sus muertes; la parca será democrática con el género humano, pero no todos morimos igual. En países pauperizados el fallecimiento de un familiar deviene en un fastidio que no puede ni llorarse porque el duelo cuesta dinero: la liberación de quien se marcha se convierte en una condena para quien deba acarrear con los gastos del óbito.
En este escenario el calor aniquila a los más débiles que se pudren en morgues colapsadas porque nadie los reclama. Supeditar los sentimientos a un puñado de monedas parece deleznable, pero el hambre ha alumbrado el desarraigo de una “casta” de individuos imposibilitados para gestionar sus emociones como correspondería a cualquier humano. El camino que siguen los huesos de los viejos hasta quedar arrumbados en una sepultura común recuerda a la vergüenza de las fosas bélicas. Pero qué es la pobreza que asola a un país dejado a su suerte sino una guerra en estado de perenne de inanición.

 

 

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