THE OBJECTIVE
Andrea Mateos

Soñemos por la paz

Compartimos un mismo cielo, sí, pero soñamos deseos diferentes. El ser humano es el único animal que tropieza mínimo dos veces con la misma piedra, debido en gran medida a indigestiones de mala historia. Tenemos una tendencia -¿natural?- a propiciar el odio.

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Soñemos por la paz

Compartimos un mismo cielo, sí, pero soñamos deseos diferentes. El ser humano es el único animal que tropieza mínimo dos veces con la misma piedra, debido en gran medida a indigestiones de mala historia. Tenemos una tendencia -¿natural?- a propiciar el odio.

Cientos de miradas se alzaban al firmamento en búsqueda del espectáculo celeste. El cielo se llenaba de bolas de fuego y los individuos depositaban en ellas todos sus anhelos. Es lo que cabe cuando a uno lo que le queda únicamente es la esperanza. Compartimos un mismo cielo, sí, pero soñamos deseos diferentes. La noche a menudo ofrece pequeños momentos de paz: decenas de estrellas fugaces sobre millones de individuos… o, más bien, decenas de estrellas fugaces sobre millones de individuos que sufren.

Hace apenas unos días el Papa Francisco realizaba un llamamiento: “no más guerra. Es hora de detenerse. Deténgase, por favor, se lo pido de corazón”. Sus palabras hacían mención al eterno conflicto árabe-israelí, pero, verdaderamente, es un mensaje que se puede extrapolar al resto de los males que sacuden el mundo.

Leer la prensa resulta desolador. Y lo dice una periodista. Desolador por el inhumano número de noticias dramáticas que azotan la realidad día tras día; desolador también porque, frente a ese ingente volumen informativo, nos hemos vuelto impasibles ante las desgracias que “no nos atañen”.

El ser humano es el único animal que tropieza mínimo dos veces con la misma piedra, debido en gran medida a indigestiones de mala historia. Tenemos una tendencia -¿natural?- a propiciar el odio y a marcar de forma continua las diferencias que nos separan con nuestros semejantes, que suelen ser más de las que realmente existen. No aprendemos de los errores pasados. Quizá, como escribía al comienzo, no sea hora solo de compartir un mismo cielo, quizá sea hora de compartir también un mismo sueño, aquel que, al igual que la libertad, a menudo se queda únicamente en la idea utópica de lo ficticio: soñemos por la paz.

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