THE OBJECTIVE
Ignacio Peyró

Tantas lecciones de Bond

El mundo no pertenece a las almas complejas como Smiley, sino a los caracteres sencillos como Bond.

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Tantas lecciones de Bond

El mundo no pertenece a las almas complejas como Smiley, sino a los caracteres sencillos como Bond.

Es tanta la épica asociada a James Bond que casi parece de mal gusto recordar que, después de todo, el gran agente ha sido simplemente un funcionario. El elenco de espías de ficción nos ha dejado un elenco tan amplio como para dar cabida al melancólico Smiley y a un Harry Palmer menos propenso al champagne que a la cerveza, pero la efectividad propagandística de 007 no ha dejado de arrojar sombra sobre todos. Baste pensar en aquella escena del África más remota: al recibir por primera vez a un oficial del MI6, cierto jefe tribal le saludó al grito de “hello, Mr. Bond!”

Incluso los rusos quisieron –en vano- sacarle un doble, pero sólo aquella Inglaterra podía dar allure de símbolo sexual a un licenciado en lenguas semíticas con una fe incontrovertible en la monarquía parlamentaria. Será que Bond supo encauzar tantas anhelaciones masculinas: tiene el hígado blindado a los martinis, liga sin necesidad de sonreír, sus trajes corren a cargo del erario público y la casa Apple no dudaría en hacerle probar sus últimos prototipos. Por supuesto, siempre está dispuesto al amor, ya surja en un submarino o una góndola: he ahí que Bond es de los pocos hombres que pede suscribir la frase de su creador “siempre he fumado, bebido y amado en exceso”- sin causar vergüenza ajena. Esas no son gestas al alcance de cualquier funcionario.

Al explicar el secreto bondiano, Fleming comentó que su personaje no era un héroe: “le gusta la batalla, sí, pero ante todo le gusta el botín”. Nadie ha afirmado nunca que Bond tuviera muchos recovecos, pero tal vez lo que Fleming viene a sugerir es que, hoy como ayer, el mundo no pertenece a las almas complejas como Smiley, sino a los caracteres sencillos como Bond. Esa no es mala lección, ni en la narrativa ni en la vida.

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