THE OBJECTIVE
Inaki Arteta Orbea

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Las estafas de guante blanco son especialmente atractivas para la curiosidad popular. ¿Cómo es posible robar tanto? ¿qué sentido tiene amontonar tanto dinero? ¿cómo es posible que alguien se haya pasado veinte años cambiando la dirección de un dinero hacia su cuenta bancaria?

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Las estafas de guante blanco son especialmente atractivas para la curiosidad popular. ¿Cómo es posible robar tanto? ¿qué sentido tiene amontonar tanto dinero? ¿cómo es posible que alguien se haya pasado veinte años cambiando la dirección de un dinero hacia su cuenta bancaria?

Las estafas de guante blanco son especialmente atractivas para la curiosidad popular. ¿Cómo es posible robar tanto? ¿qué sentido tiene amontonar tanto dinero? ¿cómo es posible que alguien se haya pasado veinte años cambiando la dirección de un dinero hacia su cuenta bancaria? ¿cómo se hace eso? Dinero público, destinado a una ONG o a una Fundación,…da lo mismo. ¿Cómo es posible que en tantos años nadie se haya dado cuenta de..? ¿nadie? Pensemos un poco. Es imposible que alguien altere la contabilidad de una entidad o empresa sin que se entere su asesor. Habrá asesores que darán ideas peores que las que ya tiene el estafador, pero en cualquier caso estará en el ajo. ¿Y las secretarias? Cualquiera que tenga una secretaria sabe que las facturas pasan por sus manos. Hacer la pirula con una o unas cuantas para pagar algo menos a Hacienda, vaya, pero que el proceso estafador dure años es imposible sin, al menos, la contemplación pasiva del círculo más estrecho de colaboradores del malversador. Y esos círculos muchas veces no son pequeños. Entonces ¿ha habido testigos de lo que estaba pasando en los últimos años? Claro. Pero ¿muchos? Elijamos cualquiera de los casos que todos tenemos en mente e imaginemos su despacho y los despachos cercanos y las personas cercanas y las personas de confianza que están un poco más allá, echemos una mirada a ese entorno para ir sumando la cantidad de ojos que lo vieron todo o casi todo mientras la bola iba creciendo. ¿Qué hubiera sido si alguien hubiera levantado el dedo, señalando? Pero es que ¿quién no ha presenciado pelotazos domésticos, de barrio, en las compra-ventas de pisos o de terrenos, escrituras amañadas, el dinero B, etc, etc…? Se oye decir: “yo no he hecho nada que pudiera conducir a esta crisis”. Con toda seguridad, la gente honrada no habrá contribuido a la generación del desastre económico, pero tampoco a evitarla. Ni una mala palabra, ni una buena acción, se suele decir.

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