THE OBJECTIVE
Manuel Arias Maldonado

Tótem y tabú

Acaso la clara victoria del sanchismo pueda explicarse recurriendo a los términos antropológicos utilizados por Freud: el tótem y el tabú. Lo que ha hecho Sánchez es invocar un tótem capaz de unificar a la tribu y denunciar la violación del tabú por parte de sus rivales internos. El tótem es la integridad ideológica del partido, definido por su oposición a la derecha; el tabú, el entendimiento con esa misma derecha.

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Ahora que por fin ha terminado uno de los thrillers políticos de la temporada, queda claro que no hay nada como un buen relato para hacerse con el poder: sin una historia capaz de galvanizar al público, nadie puede conseguir votos suficientes. Eso es lo que tenía Pedro Sánchez y lo que no tenía Susana Díaz: una narrativa capaz de dar un sentido a la trayectoria de su partido en los últimos meses y aun los últimos años. Por supuesto, la relación de ese relato con la realidad es una cuestión secundaria; lo decisivo es que nadie le ha opuesto una alternativa. Y lo mismo cabe decir de los zigzagueos ideológicos del nuevo Secretario General: solo podían pasar desapercibidos allí donde el debate de ideas ha sido inexistente. De manera que Díaz ha hecho bueno a Sánchez.

Acaso la clara victoria del sanchismo pueda explicarse recurriendo a los términos antropológicos utilizados por Freud: el tótem y el tabú. Lo que ha hecho Sánchez es invocar un tótem capaz de unificar a la tribu y denunciar la violación del tabú por parte de sus rivales internos. El tótem es la integridad ideológica del partido, definido por su oposición a la derecha; el tabú, el entendimiento con esa misma derecha. Nadie se ha molestado en explicar por qué la abstención que permitió a Rajoy formar gobierno era conveniente o dejaba de serlo; nadie ha interrogado a Sánchez sobre su alternativa. Éste ha impuesto el registro afectivo por incomparecencia de sus antagonistas, que no se han atrevido a hacer una defensa explícita de su abstención. Por eso ha ganado Sánchez, oportunamente auxiliado por la corrupción del PP madrileño: si la identidad del partido era lo que estaba en juego, sus cartas eran las mejores. ¡Democracia sentimental!

¿Y ahora? Es dudoso que el PSOE se fracture; eso no interesa a ninguno de sus integrantes. Pero si el partido logrará unirse o no en torno a Sánchez dependerá -como siempre- de los rendimientos de su liderazgo: de sus probabilidades de victoria electoral. Por eso, que logre ahora la legitimidad de la que careció durante su primera etapa dependerá de los sondeos y por tanto de su estrategia. En ese sentido, será interesante ver qué hace exactamente con su victoria. Ya anunció que pediría la dimisión de Rajoy, pero eso es como salir a la ventana y pedir que llueva: un gesto dramático sin mayores consecuencias. ¿Buscará un acercamiento a Podemos, volverá a coquetear con Ciudadanos? Dicen los psicólogos que el mejor predictor de la conducta futura es la conducta pasada. Si es el caso, es previsible que Sánchez no corrija el relato que le ha hecho ganar las primarias y más bien lo traduzca al lenguaje de la oposición: no era no y seguirá siendo no. Buscará la vía portuguesa, olvidando que Portugal no tiene una Cataluña.

Pero ni a Sánchez ni a Rajoy convienen unas elecciones inmediatas: a éste porque los sondeos no le sonríen, a aquél porque si fracasara en ellas habría tardado bien poco en perder lo que tan arduamente ha reconquistado. Es así probable que asistamos a una legislatura melodramática y sobreactuada, llena de ruido y de furia, sin demasiadas novedades sustanciales. Para la cultura política española, de hecho, es sintomático que el acuerdo de mínimos entre los dos grandes partidos nacionales, cuya finalidad principal era evitar las terceras elecciones consecutivas, haya desembocado en una serie de episodios traumáticos que alejan sine die toda posibilidad de entendimiento.

Sánchez ha ganado una batalla que parecía perdida y merece el debido reconocimiento. Pero está por ver que eso sirva a su partido, necesitado de más paciencia en un momento de redefinición para la socialdemocracia europea. Se ha elegido entre Díaz y Sánchez, pero si la recuperación de la potencia electoral del PSOE aún es posible, parece verosímil pensar que su protagonista será algún joven a quien todavía no conocemos: el verdadero tapado de esta larga carrera de obstáculos.

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