THE OBJECTIVE
Edmundo Paz Soldan

Trabajar el teléfono

El fin de la guerra fría hizo creer que el tiempo de los espías había concluido. Sin embargo, los avances tecnológicos han llevado a una era dorada del espionaje

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Trabajar el teléfono

El fin de la guerra fría hizo creer que el tiempo de los espías había concluido. Sin embargo, los avances tecnológicos han llevado a una era dorada del espionaje

Cuando Andy Coulson, ex-director del periódico inglés ‘News of the World’, quería enterarse de algo, tenía un eufemismo con el que daba instrucciones a sus empleados: «trabajar el teléfono». Eso significaba que había que intervenir el teléfono de aquellas personas que podían conducir a primicias. Así, entre otros, Coulson dio órdenes de hackear el teléfono de Milly Dowler, la colegiala de 13 años asesinada en 2002, y escuchar sus últimos mensajes de voz (se insinúa que ‘News of the World’ habría borrado algunos mensajes de voz y dado falsas esperanzas a la familia de Milly). 

Estos días se lleva a cabo en Londres el juicio a Coulson. Se leo acusa de «trabajar» muchos teléfonos. El fin de la guerra fría hizo creer que el tiempo de los espías había concluido. No más luchas entre súuperpoderes, no más novelas de le Carré. Sin embargo, los avances tecnológicos han llevado a una era dorada del espionaje. Las comunicaciones digitales, las redes sociales, el Internet: todo hace que cada vez sea más fácil espiar. Los  medios espían, los gobiernos espían (Brasil se queja de haber sido espiado por los Estados Unidos, y un día después nos enteramos de que Brasil también espiaba a los Estados Unidos). Eso ocurre justamente en un momento en que la gente es cada vez más abierta con su vida privada; porque ponemos fotos y víideos íntimos en Facebook, quizás los medios y los gobiernos sienten que no hay nada malo en enterarse de aquello que no queremos que nadie se entere.

Coulson será olvidado, pero quizás quede como legado su feliz eufemismo. En este momento hay un periódico, una corporación, un gobierno que está «trabajando» el teléfono de alguien. Puede que incluso el de una Canciller alemana. Aunque eso quizás sea mucho. No, eso no ocurriría. Hay límites, ¿no?

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