THE OBJECTIVE
Carlos Esteban

Trump el Destructor

Con el ascenso de Donald Trump en las encuestas de intención de voto sobre su probable rival demócrata en la carrera hacia la Casa Blanca, Hillary Clinton, los medios se pisan unos a otros para explicar a sus lectores quién es el personaje y qué hay en sus maneras, sus rasgos y su biografía que ayude a explicar el inesperado éxito.

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Trump el Destructor

Con el ascenso de Donald Trump en las encuestas de intención de voto sobre su probable rival demócrata en la carrera hacia la Casa Blanca, Hillary Clinton, los medios se pisan unos a otros para explicar a sus lectores quién es el personaje y qué hay en sus maneras, sus rasgos y su biografía que ayude a explicar el inesperado éxito.

Es, creo, un error. Trump es lo menos importante, con diferencia, del fenómeno que rodea su nombre. Ojalá, para bien de tantos analistas campanudos, tantos popes de la opinión publicada, tantos ‘expertos’ de voz campanuda y pontifical, tantos tontos, tontos tantos adormecidos por un juego trillado, un abc reglado de décadas, hubiera en la persona de este magnate inmobiliario la respuesta a unas victorias que les han sorprendido a todos -a todos- con el pie cambiado.

De hecho, es tentador imaginar una explicación mitológica y suponer a Trump como el enésimo avatar de Shiva, el Destructor, encarnado para hacer cenizas tanto prestigio injustificado y esa lejanía del común que caracteriza a la prensa al uso desde hace décadas.

Trump es la respuesta a décadas de una élite política, mediática y cultural con la escrupulosidad sermoneante de Fräulein Rotternmeyer y los poderes de José Stalin que deja cuidadosamente al margen del debate democrático todo aquello en lo que las masas ignorantes puedan pensar distinto.

Es la reacción jubilosa, aunque probablemente ilusa, al primer político en décadas que grita que el consenso socialdemócrata de posguerra está desnudo, que parece inmune a los tabúes establecidos por los omnipotentes medios, que no tiembla pensando que el periodista que tiene enfrente puede retorcer sus palabras de modo que ofendan a algún grupo de los perpetuamente ofendidos.

Trump, en fin, puede acabar siendo un fraude. Pero el trumpismo, no se engañen, no lo es.

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